He hablado de mi condiscípulo Morales en algunos de mis artículos, Morales era(es?) el mejor prototipo del mitómano. Su autosuficiencia era tan insufrible que el día que estrelló el vehículo del padre de nuestra compañera de clases, Maribel, todos nos alegramos un poco (Dios nos perdone por esta villanía de adolescentes), porque así nos dejó en paz por un tiempo, amén de que fue expulsado del instituto en que cursábamos estudios unos meses después. Viendo la loca carrera que llevamos la mayoría de los seres humanos, cuando de presumir méritos se trata, lo recordé, y no pude evitar la frustración de comprobar que cuarenta años después somos peores que entonces. En mi juventud,era menos usual que las personas creyéramos poseer talentos que en realidad no teníamos. Cada quién sabía para lo que daba y para lo que no, y cada quién se conformaba con brillar en el ámbito que le correspondía, sin intentar siquiera incursionar en aquellos para los que no tenían los carismas adecuados. Hoy la situación ha cambiado tanto que sólo una minoría es humilde, los demás creemos sabérnoslas todas, y en base a ello nos cuesta reconocer méritos en los demás, hemos devenido en un YO, Yo ,Yo, yo...que cada vez nos hace más infelices.
Y dentro de este cuadro, ha tomado un papel fundamental la problemática de creernos merecedores de todo, le pedimos cuentas al propio Dios, lo enjuiciamos, lo juzgamos y le exigimos los favores que necesitamos, le hablamos de tú a tú....Nada me disgusta más que ver soberbia en la relación de las personas con Dios, ese sentirse inmunes por no sé yo qué méritos inexistentes, a pesar de ser exageradamente pecadores y de no mover ni un dedo para ser mejores seres humanos.
Nosotros, los hijos de Dios tenemos que saber algo: nada que se nos concede se nos da por mérito, sino como regalo de quien nos ama tanto que a pesar de la confusión en que vivimos, aún apuesta por nosotros, nada más y nada menos que su propia Preciosa Sangre. Con el nacimiento del Salvador, ya muy próximo en el calendario, el Señor nos recuerda que seguimos siendo sus favoritos, sus hijos amados, y que por pura misericordia no nos ha dado un "time out" que dure para toda la eternidad. Tratemos, al menos, de ser menos creídos, menos autosuficientes, más humildes, menos pedantes, más sinceros y menos soberbios. Recordemos que somos un polvo y una paja tan insignificantes que sólo el Amor Sublime de quién todo lo puede ha hecho descender sobre nuestra poquedad un poquito de brillo divino, para enriquecimiento de nuestra estirpe, no como caldo de cultivo de malsanas creencias.
Y dentro de este cuadro, ha tomado un papel fundamental la problemática de creernos merecedores de todo, le pedimos cuentas al propio Dios, lo enjuiciamos, lo juzgamos y le exigimos los favores que necesitamos, le hablamos de tú a tú....Nada me disgusta más que ver soberbia en la relación de las personas con Dios, ese sentirse inmunes por no sé yo qué méritos inexistentes, a pesar de ser exageradamente pecadores y de no mover ni un dedo para ser mejores seres humanos.
Nosotros, los hijos de Dios tenemos que saber algo: nada que se nos concede se nos da por mérito, sino como regalo de quien nos ama tanto que a pesar de la confusión en que vivimos, aún apuesta por nosotros, nada más y nada menos que su propia Preciosa Sangre. Con el nacimiento del Salvador, ya muy próximo en el calendario, el Señor nos recuerda que seguimos siendo sus favoritos, sus hijos amados, y que por pura misericordia no nos ha dado un "time out" que dure para toda la eternidad. Tratemos, al menos, de ser menos creídos, menos autosuficientes, más humildes, menos pedantes, más sinceros y menos soberbios. Recordemos que somos un polvo y una paja tan insignificantes que sólo el Amor Sublime de quién todo lo puede ha hecho descender sobre nuestra poquedad un poquito de brillo divino, para enriquecimiento de nuestra estirpe, no como caldo de cultivo de malsanas creencias.
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