El más pequeño y rechoncho de todos vivía estresado porque el resto del equipo no le escuchaba. Eso lo hacía sentirse mediocre, inútil, poco valorado, por lo que cayó en una gula desmedida que le hizo engordar y engordar, mientras se lamentaba de la escasa atención que provocaba en los demás. Por su parte, el más importante de todos (al menos eso creía él) iba por la vida, dándose aires de importancia, creyéndose el ombligo del mundo sólo porque tenía que comparecer más asiduamente en determinadas gestiones importantes, y porque era más utilizado que el resto de sus cófrades. En cuanto al líder, el más alto y esbelto de todos se limitaba a observar con fingida humildad los afanes del resto, adormecido en su postura de rey absoluto, lánguido, aburrido, aristocrático...Y estaba la dama, de quien todos y cada uno de ellos estaba enamorado, por cuya atención suspiraban en secreto y a la que cada quien había ofrecido más de un anillo costoso, con la esperanza de ser aceptado. Pero ella, la eterna coqueta, la esquiva, se cimbraba desde su altura elegante, observaba con ojos de experta todas y cada una de las piedras que le ofrecían, pero no se pronunciaba por ninguna. En cuanto al infante, era como la mascota, todos se desvivían por cuidarle, por atenderle, por mimarle, y él se dejaba querer, no deseaba crecer, para poder mantener ese status de benjamín tontuelo, sin responsabilidad alguna.
Poco a poco cada quien fue descubriendo su carisma, ese que le hacía importante a los ojos de los demás. El rechoncho se inventó un gesto que pasó a ser con el tiempo símbolo de aceptación, de acto bien realizado, de agradecimiento. Por su parte, el que creía ser importante, pasó a serlo de veras, cuando la ciencia y la técnica le dieron un espacio invaluable en algunos de sus descubrimientos más valorados. El reyezuelo se volvió un cínico, sexy y afortunado galán con aquel otro gesto que haría historia, y que significaba " me importa un bledo tu criterio, este es el mío". A la dama no le quedó más remedio que quedarse soltera, prefirió este papel triste, antes que el de esposa pasiva y subvalorada. Y el bebé, el más querido de todos, se cansó de jugar y ahora se dedica a limpiar parabrisas en cada oído que se lo permite.
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