Muchos habrán leído o escuchado acerca de una antigua leyenda, originaria de la histórica cultura cretense, conocida como El Minotauro de Creta. El minotauro era un personaje mitológico, con cuerpo de hombre y cabeza de toro, nacido de la inusual unión entre Pasífae y el Toro de Creta, y que resultó ser un terrible antropófago (devorador de carne humana), por cuya razón se le ordenó al artesano Dédalo que construyese un laberinto( se supone que en la ciudad de Cnosos), en el centro del cual abandonaron a la bestia. Cada nueve años, Atenas, que estaba bajo el dominio de Creta, debía entregar 7 vírgenes hembras y 7 varones como tributo a Minos, rey de Creta. Los desdichados jóvenes eran abandonados en el laberinto por el que vagaban sin rumbo hasta que la fiera daba con el ellos y los devoraba. Cuenta la leyenda que 27 años después, Teseo, hijo de Egeo, harto del horrible sacrificio a que eran sometidos sus hermanos atenienses, se brindó para ir entre los 7 desdichados escogidos, con la esperanza de matar al minotauro y acabar con el suplicio. Luego conoció a Ariadna, hija de Minos, que al parecer se enamoró de él y lo ayudó proporcionándole una espada con poderes especiales y un ovillo de hilo que debía atar a la entrada del laberinto para, una vez muerta la bestia, pudiera escapar del mismo, enrollándolo, pues de otro modo jamás encontraría el acceso al mismo. Todo sucedió tal como habían planeado, y ambos jóvenes y el resto de los que se habían salvado de las fauces de la bestia, se embarcaron y huyeron rumbo a su patria. Para que el final no fuera total mente feliz, a Teseo, que le había prometido a su padre colocar velas blancas si regresaba victorioso, y negras de no ser así, se le olvidó cambiarlas, y a su padre, al ver de lejos las velas agoreras, le ganó una tristeza muy profunda y se lanzó por el acantilado donde murió.
Los mitos pueden parecer risibles, pero tienen muchos puntos de contacto con el mundo real. De hecho se maneja que este mito en particular puede aludir de manera indirecta a la férrea dictadura que sobre Atenas ejercía Creta en ese entonces. Por otra parte, cuántos perversas relaciones, al estilo de la unión de una mujer con un toro no nos ha tocado conocer en la actualidad? Por sólo citar la más canallesca de todas, la de padres que violan a sus hij@... es tanto o más horrible que la del toro y la mujer. Y qué decir de las múltiples formas de tortura y vejación al cuerpo humano que, procedentes de historias reales, nos traen el cine y la televisión? Por no hablar de los vejámenes sicológicos a que son sometidos por los regímenes dictatoriales muchos seres humanos en el mundo de hoy, regímenes aceptados y agasajados por el mundo que se dice civilizado y moderno? Sin descontar el hambre, la desigualdad, la injusticia, la falta de higiene, las condiciones infrahumanas en que viven millones de seres humanos, no menos desdichados que las pobres víctimas del minotauro...
Y en medio del pandemónium, el bálsamo que nos diera Dios, la contraparte, el equilibrio, la brisa fresca procedente de la misericordia, el amor, en sus múltiples facetas consolidando, aliviando, ayudando, secando lágrimas y dolores, liberando, socorriendo, subsanando, corrigiendo la obra de la mano infernal. El amor, ese Teseo que decide correr con todos los riesgos para liberar a los que ama, para cambiar el curso de la historia, para demostrar que el mundo es bello, que la vida es un don preciado que nadie puede menoscabar. Sí, el amor es un héroe, una súperstar que suele vencer los más escabrosos combates y deshacer los mayores entuertos. Al amor le son atribuibles hazañas colosales, que superan la del propio Teseo, basta visitar hospitales, cárceles, barrios marginales, cualquier triste antro de los que albergan al dolor. Sí, no hay tanta diferencia entre el mito y la realidad, entre la ficción y el realismo contemporáneo; siempre existirán los minotauros que enfrentarán hasta morir a los alados mensajeros del Amor, a los Teseos sacrificados por solidaridad con los demás.