lunes, 14 de enero de 2013

Perdono, pero no olvido

Por Maritza Gómez Cruz.

No soy una persona rencorosa. Algunas acciones, cuando provienen de personas a las que quiero mucho me duelen tanto que casi, casi caigo en esa tendencia del odio; pero, invariablemente, el amor me rescata de semejante tontería, y termino por olvidar absolutamente todo. Una sola vez  me sentí tan apabullada, triste, desolada y consternada ante un hecho, que me costó mucho trabajo olvidar; y cuando finalmente llegó el momento del olvido, sentí un alivio tan fuerte en mis entrañas que  es imposible de describir. Nada más cierto que aquella frase que dice que el odio sólo te daña a ti mismo, y que el perdón es el elíxir reparador que sella las heridas causadas por el anterior. Desgraciadamente, la mayoría de los seres humanos insiste en las políticas del odio, y por eso anda este mundo como anda, víctima de la muerte, en todos los sentidos de la nefasta palabra.
Las víctimas del odio componen una variada gama de personajes y razones. Entre ellos, los más socorridos son los hijos abandonados o maltratados de cualquier manera por sus padres; los esposos o esposas que han pasado por el trance de la infidelidad o el abandono de sus cónyuges, o, en un caso cada vez más frecuente, el engaño de éstos con alguna intención sórdida.También las hay de hermanos, de amigos, de parientes, por muchos y muy variados motivos, que no le faltan al hombre pecados por descubrir, pues la Caja de Pandora se ha vaciado hasta no quedar en ella ni un mal pequeñito, que no le sea inherente a la humanidad en general. Abandono, infidelidad, abuso, chantaje, traición, engaño arrojan de sí celos, rencor, odio y muerte, el mal por el mal, en una carrera desenfrenada y sin límites...
Pero es bueno recordar que Cristo vino y murió en una horrenda cruz sólo para ganarnos el Perdón Eterno, a nosotros, que no movemos ni un dedo para cambiar el actual estado de las cosas.El propio Dios, hecho hombre descendió hasta nosotros para darnos una lección que aún no aprendemos, la del amor y el perdón. Y si bien, Dios es pura misericordia, puro amor, puro perdón, también es cierto que será inflexible con aquellos que sigan inmersos en el rencor, con aquellos que maquinen formas abominables de destrucción como forma de venganza ante las ofensas recibidas. La política de "perdono, pero no olvido" no es válida a los pies de la Cruz, antes bien, aquellos que aparentaron perdonar, y a la primera esgrimen sus argumentos de odio como armas destructoras contra su semejante tendrán que escuchar el trueno que les recuerda: "Caín, que has hecho con tu hermano?" Y como el personaje bíblico, tendrán que ocultar la mirada, demasiado tarde para volver atrás; y "allí será el lloro y el crujir de dientes" porque sus corazones mezquinos no fueron capaces de abrazar la salvación que, en forma de perdón para con sus semejantes, le extendiera el propio Creador, que no dudó en dar su propia vida como ejemplo de lo que debemos hacer.

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