jueves, 17 de enero de 2013

El perdón

Por Maritza Gómez Cruz

Se ha convertido en uno de los argumentos más utilizados por las buena y las malas novelas de los últimos tiempos. Y digo últimos tiempos porque en épocas anteriores casi todo el mundo daba por sentado su poder curativo, su absoluta necesidad. Sin embargo, con el avance de la ciencia, la técnica y la falta de verguenza se convirtió en acto risible, propio de  temeros@s, de perdedores, de gente sin criterio. Hablo del perdón, de pedir perdón por las malas acciones; y es  que el concepto "malas acciones" ha caído en desuso, ahora se le llama " ser hábil" "ser listo", casi nadie anda pensando en el daño que provoca, sólo en el beneficio que le reportan las susodichas. Pero he aquí que los negociantes del "bussines" literario-televisivo cayeron en la cuenta de cuantos dividendos podría reportarles traerlo a colación, y ahí tiene Ud. a la gente (entre la que me cuento) moqueando ante el moribundo que sólo espera que llegue la persona a la que dañó, de algún modo truculento y poco creíble casi siempre, para expirar después de haberle pedido perdón y escuchar la fórmula tácita: "te perdono, sí, te perdono!!" .
Sin embargo, el perdón es la base absoluta del amor,y el uno no puede existir sin el otro. Es lastimoso que lo hayamos banalizado u olvidado junto a otros muchos valores indispensables para una humanidad civilizada. Creer que nunca tendremos que pedir perdón es un error tan grande que termina por sumirnos en un no ser, en una costra de mentira que nos quita el aire.Nosotros, los hijos de Dios somos pecadores por naturaleza, y ese "don" se ha convertido en un abismo en la medida en que hemos echado fuera de nuestras vidas al Supremo Hacedor. Qué nos queda después de haber metido la pata? Sólo sacarla, y pedir perdón, más que por el bien de los demás por nuestro propio bien, por nuestra tranquilidad, por nuestra paz interior. El hombre enfrenta dos grandes peligros que lo hacen caer en la tentación de no excusarse con su prójimo. El primero de ellos es creerse inmune, por encima del bien y del mal. El segundo, la falsa humildad, con las que se autoinventa razones para igualmente creerse por encima del bien y del mal. Cuidado, hermano! Abre los ojos, respira realidad, autoanalízate, fíjate bien en aquellas actos que te están impidiendo el crecimiento espiritual; y siéntete tranquilo si después de ese exhaustivo análisis llegas a la conclusión de que eres un miserable pecador necesitado del consuelo, de la misericordia del perdón!..Ya allí comenzó tu proceso de salvación!!
No temas pedir perdón. El propio divino Señor, Nuestro Amado Jesús lo hizo primero por nosostros. El no dudó en pagar con su Sangre Gloriosa el rescate por nuestras malas acciones; por lo tanto, no puede, no debe darte verguenza alguna reconocer tus malas acciones y ponerlas a sus pies santos, en procura de misericordia. No debe darte verguenza alguna enfrentar a tu hermano, sí, a ese que ofendiste de cualquier modo para decirle que le fallaste, que lo utilizaste, que lo vendiste, que lo traicionaste...y que te arrepientes por el daño que le causaste. Sólo quién se crea por encima del bien y del mal no te perdonará, o lo hará, pero no olvidará. Pero ya ese no será tu pecado, esa será una cuenta pendiente entre el incapaz y su Divino Juez,que todo lo perdona, menos la ausencia de perdón. 

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