Los hábitos son esos pequeños gendarmes
que custodian los minutos, las horas
y los días;
Aparecen, por una zona boscosa de la vida,
se instalan a sus anchas, se hacen desear.
A veces, pasan inadvertidos, pero igualmente
presentes,
en las miradas, en los gestos, en el aburrimiento
y la abulia.
Los hombres quieren salirse de su cerco;
sin embargo, por alguna tonta razón,
sus deseos se convierten en hábitos nuevos,
desapercibidos,
y así, pasan la vida, siempre con la intención
de sacudirlos, de echarlos, de salir de su
prisión infame,
y cayendo, descendiendo, aterrizando
en el lote oscuro de las conveniencias,
del no hacer nada, para que nada pase,
para seguir pensando en planes futuros,
donde no haya hábitos que lo dañen todo.
Los hombres ya están habituados
a esta paradoja.
Esperan, desde su zona cómoda
que algo pase.
que custodian los minutos, las horas
y los días;
Aparecen, por una zona boscosa de la vida,
se instalan a sus anchas, se hacen desear.
A veces, pasan inadvertidos, pero igualmente
presentes,
en las miradas, en los gestos, en el aburrimiento
y la abulia.
Los hombres quieren salirse de su cerco;
sin embargo, por alguna tonta razón,
sus deseos se convierten en hábitos nuevos,
desapercibidos,
y así, pasan la vida, siempre con la intención
de sacudirlos, de echarlos, de salir de su
prisión infame,
y cayendo, descendiendo, aterrizando
en el lote oscuro de las conveniencias,
del no hacer nada, para que nada pase,
para seguir pensando en planes futuros,
donde no haya hábitos que lo dañen todo.
Los hombres ya están habituados
a esta paradoja.
Esperan, desde su zona cómoda
que algo pase.
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