jueves, 16 de agosto de 2012

El Primer Mandamiento

Conocí a una persona en el pasado, cuya forma de pensar me obligó a meditar con profundidad acerca del Primer Mandamiento. Hablo de alguien "bueno", en el humano sentido de la palabra,  alguien que no le hace mal a terceros, que hace favores y en general se lleva bien con el resto de la humanidad. Esta persona me comentó que a una amiga de ella no le alcanzaban los dolaritos que con esfuerzo le hacía llegar la familia desde Estados Unidos porque, en vez de guardarlos para cubrir sus cada vez más perentorias necesidades, los compartía con sus hijas comprandoles alguna que otra botellita de aceite, spaguettis y otros lujitos en la hambreada isla. Entonces me vino la necesaria reflexión: "Pero de qué habla ésta, si sus hijos viven a todo dar, gracias a dólares venidos de aquí y allá"?  "Por qué no quiere que otras madres ayuden a los suyos, cuando los de ella no carecen de nada?" Todavía no me explico bien las razones de mi amiga, no entiendo el intrincado devenir de la mente humana que suele establecer diferencias tan marcadas en situaciones similares, pero, sobre todo, que es capaz de querer todo lo bueno para sí y su familia, y desear esta extraña forma de egoísmo impropios, no ya de una madre, sino de un ser humano para con otro, en el caso de los demás.

El Primer Mandamiento dice que debemos amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.Lo repetimos harto, pero lo vivimos muy poco. He conocido personas buenísimas que no entienden que alguien ayude a los que no son de su familia, y estoy segura que es porque no han meditado a profundidad lo que se nos ordena hacer. Quién es tu prójimo? Es tu cercano, el de al lado, cualquiera que tenga condición humana, y hasta creo que si aparecieran marcianos por ahí, deberíamos tenerle igual distinción, en tanto son obra del Creador. Voy más lejos: los animales y plantas: no son obra de Nuestro Padre? Por qué maltratarlos, por qué no amarlos y cuidarlos, nosotros que somos seres racionales y que recibimos de ellos un amor irracional, pero grande, profundo, como es el caso de las mascotas domésticas?

Creo que nos acostumbramos a recitar los mandamientos, pero no estamos ni remotamente listos para vivirlos. Si queremos ser buenos cristianos, buenas personas tenemos que acabar de comprender que cualquier situación lamentable de cualquier persona, en cualquier parte del universo, es nuestro problema también. Tenemos que despojarnos de la frialdad, de la estulticia y el desamor de que nos han permeado el hedonismo y el consumismo delirantes de esta época, cada vez más cruel e insensible, este "quítate tú para ponerme yo", este mirar para otro lado, para no ver el sufrimiento de los otros. En tanto no tomemos conciencia de este pecado de omisión, de indiferencia , la recitación de los mandamientos, no nos va a hacer mejores cristianos, sólo nos convertirá en loros de feria, pregonando, repitiendo frases aprendidas, sin alma, sin concierto y sin amor.

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