LAS TAMBOCHAS
Autor: maritza Gómez Cruz.
Tambocha:...especie que aprovecha y consume todo tipo de material orgánico como restos de pescado, huesos y carne en general, y que come sin parar...
Llegaron como alguien más al pueblo, desencajados, pálidos, sin aliento y ocuparon el espacio que les asignaron con la naturalidad del que sabe su lugar en la historia. Al principio no se notó nada en particular, eran personas comunes en busca de un destino diferente al que les hubiera tocado vivir en la tierra agrietada y sin suerte de la que provenían, con todos los sentidos listos para acometer cualquier tarea que les fuera encomendada como única esperanza de vida para los quedaron atrás y para ellos mismos. Poco a poco se fueron aclimatando y descubriendo que a esta tierrra de promisión había que allegarle desde varios flancos, que existían oficinas donde con un poco de suerte se podían obtener beneficios de todo tipo, sin tener que marcharle tan duro al trabajo, y se relajaron. Comenzaron a medrar por todos los oscuros rincones del viejo caserón que les servía de refugio, devorando las provisiones que con regularidad obtenían, desterrando a dentelladas al hambre que había sido su acicate en la travesía que para ese entonces se le antojaba producto de una pesadilla odiosa, pero imposible de olvidar por lo recurrente.
Lo que en un principio fuera hambre, se convirtió en gula enfermiza. Comían a toda hora. La cocina devino en taller que no recesaba nunca: huevos, tocino, panes, yogourt, jugos, leche, dulces, asados, vegetales...en tráfago incesante desde sus plateadas envolturas a los estómagos de los insaciables, que para entonces ni siquiera sentían hambre ya, sino ganas de consumir, de malgastar, de botar lo que la vida tanto les había negado y que ahora poseían en abundancia. De ese modo, los más variados alimentos pasaban con pasmosa rapidez desde los platos y vasos al tacho de la basura. Y es que algo se les había distorsionado por los vericuetos por donde reptan las ansias de los desposeídos, y su necesidad principal era ahora vaciar aparadores y refrigeradores, sólo para volverlos a llenar, en un desenfrenado esfuerzo por calmar ese dolor de los años de miseria, sin percatarse siquiera de que poco a poco perdían su humana condición, royendo, masticando, consumiendo cualquier material orgánico que se les pusiera al alcance de sus tentáculos y de sus ojos monstruosamente agrandados...
Autor: maritza Gómez Cruz.
Tambocha:...especie que aprovecha y consume todo tipo de material orgánico como restos de pescado, huesos y carne en general, y que come sin parar...
Llegaron como alguien más al pueblo, desencajados, pálidos, sin aliento y ocuparon el espacio que les asignaron con la naturalidad del que sabe su lugar en la historia. Al principio no se notó nada en particular, eran personas comunes en busca de un destino diferente al que les hubiera tocado vivir en la tierra agrietada y sin suerte de la que provenían, con todos los sentidos listos para acometer cualquier tarea que les fuera encomendada como única esperanza de vida para los quedaron atrás y para ellos mismos. Poco a poco se fueron aclimatando y descubriendo que a esta tierrra de promisión había que allegarle desde varios flancos, que existían oficinas donde con un poco de suerte se podían obtener beneficios de todo tipo, sin tener que marcharle tan duro al trabajo, y se relajaron. Comenzaron a medrar por todos los oscuros rincones del viejo caserón que les servía de refugio, devorando las provisiones que con regularidad obtenían, desterrando a dentelladas al hambre que había sido su acicate en la travesía que para ese entonces se le antojaba producto de una pesadilla odiosa, pero imposible de olvidar por lo recurrente.
Lo que en un principio fuera hambre, se convirtió en gula enfermiza. Comían a toda hora. La cocina devino en taller que no recesaba nunca: huevos, tocino, panes, yogourt, jugos, leche, dulces, asados, vegetales...en tráfago incesante desde sus plateadas envolturas a los estómagos de los insaciables, que para entonces ni siquiera sentían hambre ya, sino ganas de consumir, de malgastar, de botar lo que la vida tanto les había negado y que ahora poseían en abundancia. De ese modo, los más variados alimentos pasaban con pasmosa rapidez desde los platos y vasos al tacho de la basura. Y es que algo se les había distorsionado por los vericuetos por donde reptan las ansias de los desposeídos, y su necesidad principal era ahora vaciar aparadores y refrigeradores, sólo para volverlos a llenar, en un desenfrenado esfuerzo por calmar ese dolor de los años de miseria, sin percatarse siquiera de que poco a poco perdían su humana condición, royendo, masticando, consumiendo cualquier material orgánico que se les pusiera al alcance de sus tentáculos y de sus ojos monstruosamente agrandados...
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