jueves, 30 de agosto de 2012

Las Tambochas

LAS TAMBOCHAS

Autor: maritza Gómez Cruz.

Tambocha:...especie que aprovecha y consume todo tipo de material orgánico como restos de pescado, huesos y carne en general, y que come sin parar...

Llegaron como alguien más al pueblo, desencajados, pálidos, sin aliento y ocuparon el espacio que les asignaron con la naturalidad del que sabe su lugar en la historia. Al principio no se notó nada en particular, eran personas comunes en busca de un destino diferente al que les hubiera tocado vivir en la tierra agrietada y sin suerte de la que provenían, con todos los sentidos listos para acometer cualquier tarea que les fuera encomendada como única esperanza de vida para los quedaron atrás y para ellos mismos. Poco a poco se fueron aclimatando y descubriendo que a esta tierrra de promisión  había que allegarle desde varios flancos, que existían oficinas donde con un poco de suerte se podían obtener beneficios de todo tipo, sin tener que marcharle tan duro al trabajo, y se relajaron. Comenzaron a medrar por todos los oscuros rincones del viejo caserón que les servía de refugio, devorando las provisiones que con regularidad obtenían, desterrando a dentelladas al hambre que había sido su acicate en la travesía que para ese entonces se le antojaba producto de una pesadilla odiosa, pero imposible de olvidar por lo recurrente.

Lo que en un principio fuera hambre, se convirtió en gula enfermiza. Comían a toda hora. La cocina devino en taller que no recesaba nunca: huevos, tocino, panes, yogourt, jugos, leche, dulces, asados, vegetales...en tráfago incesante desde sus plateadas envolturas a los estómagos de los insaciables, que para entonces ni siquiera sentían hambre ya, sino ganas de consumir, de malgastar, de botar lo que la vida tanto les había negado y que ahora poseían en abundancia. De ese modo, los más variados alimentos pasaban con pasmosa rapidez desde los platos y vasos al tacho de la basura. Y es que algo se les había distorsionado por los vericuetos  por donde reptan las ansias de los desposeídos, y su necesidad principal era ahora vaciar aparadores y refrigeradores, sólo para volverlos a llenar, en un desenfrenado esfuerzo por calmar ese dolor de los años de miseria, sin percatarse siquiera de que poco a poco perdían su humana condición, royendo, masticando, consumiendo cualquier material orgánico que se les pusiera al alcance de sus tentáculos y de sus ojos monstruosamente agrandados...

sábado, 25 de agosto de 2012

EDUVIGES

 AUTOR: MARITZA GOMEZ CRUZ

El padre de Eduviges resultó ser un sangrón. Algunas experiencias con las mujeres de su familia lo hicieron desconfiado, y en un titánico esfuerzo por librar a su hija de dolores innecesarios, fue apartando cada pretendiente que le salió a la joven. Con el tiempo se volvió cada vez más egoísta, ya no se trataba del objetivo primario, sino de algo más ruin aún, esto es, su propina necesidad de una enfermera gratis. Día y noche la joven atendía incansable a los múltiples reclamos del vejete, con el mismo rostro impasible con que se sacudía la nariz. A todos les extrañaba que no quejara, algunos quisieron ver en esta suerte de resignación alguna tara que hacía de la joven una tonta sin remedio. Pero lo cierto es que Eduviges se mantuvo igual todos los años que duró su padre, que fueron muchos, y lo llevó a enterrar con la misma parsimonia con que hacía todo, el pelo atado en un revoltijo de canas y con la delicadeza acostumbrada.

Cuando Eduviges tenía dieciseis años conoció a Rafael en la bodega de la esquina, y a la semana tuvo sus primeras experiencias sexuales con él. La chica resultó  ser tan fogosa que éste salió volando a los pocos meses, y no se le volvió a ver. Luego fue otro, y otro...Con el tiempo, la fama de buena amante de la chica llegó a  los oídos adecuados y fue pasando de boca en boca a todos los chicos urgidos de amor del pueblo, lo que la constituyó en una especie de meretriz de Pulguero, dispuesta a dar lecciones y pasión por el módico precio del riesgo que significaban. Perdió la cuenta de cuántos amantes probaron  sus brazos y los latigazos de los muelles del viejo colchón que tenía cerca de los corrales, bien oculto por las hojas del platanal, y que le permitía a la ardiente joven ejecutar su danza amorosa con el amante de turno, a la par que el corazón le palpitaba de regocijo vengativo, y los ojos le hacían moriquetas al padre, que no lejos de allí tomaba el apacible sol de los justos.

TENTACION

 TENTACION
 
 AUTOR: MARITZA GOMEZ CRUZ

Esteban Vargas tenía un extraño concepto de la hospitalidad, no muy acorde con su tacañería rayana en el   ridículo. Todos lo tenían por el miserable que era, sin embargo él se consideraba a sí mismo  persona amable, pues siempre conservaba en su herrumboso refrigerador alguna exquisita golosina para las visitas, cada vez menos frecuentes. A eso se limitaba  su bondad. En cuanto a su familia, vivía siempre con hambre, las escasas raciones alimenticias que recibían, no sólo eran de la peor calidad, sino mínimas. Esteban tenía prohibidísimo tocar el dulce en cuestión, y cuando éste se ponía viejo o rancio, se lo comía él, ante las sufridas miradas y las babas colgantes de su mujer e hijo. El niño, que tenía sólo ocho años, abría a hurtadillas el refrigerador, observando con el mayor deleite, en medio de la nada helada, la golosina. A veces, hasta se atrevía a pasar unos de sus sucios deditos por el borde azucarado y chupaba frenético, como si le fuera la vida en ello. Sin embargo, tanto temía a su padre y a las palizas que éste prodigaba por igual a él y a su madre, que ni toda esa terrible tentación que embargaba sus horas de hambruna insomne y sus días de niño triste, lograban hacerle ir un paso más allá del mencionado manoseo.  

En cierta ocasión en que jugaba con barro en el patio, hambriento como siempre, observó que las moscas hacían coro cerca de algún objeto depositado en el suelo de la terraza vecina, pero sin acercarse mucho, lo cual llamó su atención, y hacia allá se dirigió; cuál no sería su sorpresa: allí, como una aparición celeste, sobre una bandeja plástica, estaba la más deliciosa torta que hubiera contemplado jamás, repleta de merengues, azúcar flagelada, chocolates y fresas almibaradas. El estómago del niño experimentó un revolcón súbito, una angustia de muerte que nubló sus sentidos y le impidió pensar en otra cosa que no fuera apropiarse de la golosina para saciar su hambre ancestral, para mitigar un poquito sus frustraciones de pequeño marcado por la miseria más espantosa, la del alma de un padre constituído en cruel verdugo, para suplir un tantito  su necesidad de endulzar, siquiera por un día, su triste existencia de desnutrido. Y como alma en pena, agarró el dulce, perdiéndose en el maizal cercano, mientras devoraba la torta que no le pareció tan dulce como creía, en tanto que de la cocina vecina salía una señora con paso reumático, musitando con voz llena de rencor que ojalá que la maldita rata que estaba asediando su despensa habiera caído en la trampa azucarada que le había tendido, en forma de torta rellena de arsénico.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Se alquila.


VIENTRE ALQUILADO

AUTOR: MARITZA GOMEZ CRUZ.

A Rebeca el orfanato y sus múltiples retos la transformaron en una fortaleza, dándole crédito  al viejo proverbio que reza que aquello que no te mata, te hace más fuerte. La dejaron olvidada a los pies de la Madonna, en la pequeña iglesia del pueblo, y el cura se ocupó de llevarla adonde correspondía. Allí, no por mala intención, sino por carencia de recursos, personal y deseos se crió a la deriva, entre muchos como ella, pequeños salvajes mal nutridos y peor vestidos que aprendieron a conseguir lo que querían de sus compañeros de infortunio, a fuerza de puñetazos. A Rebeca, el haber salido de alta estatura y una incipiente predisposición a la  gordura, le favoreció, pues  sus golpes eran más limpios y contundentes que los de otros, y de ese modo pudo imponerse al resto de la desamparada población de huérfanos, que le llegó a prodigar un respeto rayano en devoción. Con el tiempo comenzaron a llamarla señorita Beca, pues el tratamiento fue lo más parecido a la pleitesia que entresacaron de sus repertorios y las telarañas de la falta de instrucción. Rebeca creció fuerte, poco amistosa, adusta, sin asomo de ternura en los ojos redondos, negros y fríos, pero muy trabajadora. Desde que pudo abandonó el orfanato y se mantuvo por su cuenta y riesgo: plantaba tomates, limpiaba patios, cargaba cajas y podía, en un solo día, realizar el aseo de cinco casas y permanecer  fresca por la noche, cuando se tomaba dos cervezas bien frías.

Limpiaba un patio cuando sus mejillas como el melocotón maduro y su férrea estampa de campesina sana llamaron la atención de un esmirriado matrimonio holandés, a quienes les urgía tener descendencia, pero no conseguían que ningún hijo llegara más allá de los dos meses de gestación, sin que se salieran por falta de asidero a aquellas minúsculas caderas,en el  vientre traslúcido de la holandesa. Pensado y hecho: le propusieron a Rebeca, por una muy razonable cantidad, que fungiera de vientre de alquiler, y ella, después de echar cálculos con los dedos por más de media hora, aceptó. Pasó los nueve meses del embarazo mimada, custodiada y asediada por los enclenques esposos, y cuando llegó el esperado día parió un chico, parecido a sus progenitores, pero robusto a fuerza de haberse criado en aquel vientre colosal, poderoso, del que lo mismo salía un niño que un ejército, La señorita Beca se lo puso al pecho, con la misma naturalidad que empuñaba el azadón, y entonces fue que se le trastorno el mundo. A medida que la leche fluía, pródiga como su dueña, sintió que se venía abajo todo ese universo de lágrimas ocultas en las reminiscencias de un pasado lóbrego, y a punto estuvo el crío de zozobrar en aquella marea salina y transparente que se confundía con la leche sobrante que le salía por los morros. Cuando hubo despeñado, barranco abajo, todo el caudal de tristeza y desamor que habían sido como guardianes secretos de su corazón, ajeno a cualquier manifestación de los sentimientos, se levantó, apartó de un zarpazo a los consternados padres del bebé y se marchó, sin que pudieran hacer algo para detenerla, hacia donde salía el Sol


martes, 21 de agosto de 2012

Sin pasado

Por su vientre fetal han pasado tantos recuerdos que sobrevivieron a  las pesadillas de una era de hecatombes infantiles  que ella quisiera borrar con la pureza de la maternidad, pero insisten en quedarse como lapas, prendidas a sus más íntimas percepciones, en esa vida desgreñada, oscura, cruel que le tocara vivir desde que la dejaran paria y sufriente al borde mismo de todos los cataclismos que promueve el abandono infantil, desde que la tiraron como un fardo cualquiera en manos del primer hombre abyecto de su vida, su padre, que a su vez la fue pasando de boca en boca, para que se comieran lo poco que restaba de su naturaleza destruída por dentro, y a pesar de todo, turgente en apariencias desde una muy temprana edad, y que contribuyó a hacer su dolor mucho peor, en la lascivia despertada una y otra vez por  su figura de diosa, mitad griega, mitad divina que la hizo revivir los mil dolores que le inocularon desde que la parieron a un mundo totalmente adverso, sin asomo de ternura, cada día, cada noche de su calvario.

Entonces llegó su propia maternidad pujante, que la hizo reventar de impresiones y sentimientos nuevos. Casi pensó que si lograba invertir la historia en ese rayo de esperanza que se movía en su vientre, sus propios temores dejarían de morderle el alma de esa manera tan tenaz que la devastaba; y soportó sin quejas la violación a que la sometieron, de la que no la salvó ni su vientre a punto de estallar, porque aquellos hombres estaban enfermos de ella, no se saciaban de su lujuria por más que pasara el tiempo, por mucho que se esforzara, y el primero, aquel que decía ser su padre, y que quizás sólo fuera un número en la lista de aquella que decía ser su madre, y de la que no se acordaba siquiera. O sí, se acordaba de cómo se fue un día, sin mirar atrás, sin escuchar el lamento de su agonía perenne.Y cuando le llegó la hora del parto, cuando constató que había tenido un hija y vio la mirada turbia de su padre posarse en la bebé y la risa sardónica, putrefacta de alcohol con que recibió la llegada de la que debía ser su nieta, se levantó, tomo a su hija y, con el valor que otorga a una fiera la maternidad recién estrenada, destrozó a dentelladas al despojo humano que era su padre, y con la boca aún ensangrentada, vacilante por el esfuerzo, se marchó, con el pequeño y sollozante bultito hacia donde salía el Sol.

domingo, 19 de agosto de 2012

Los hábitos

Los hábitos son esos pequeños gendarmes
que custodian los minutos, las horas
 y los días;
Aparecen, por una zona boscosa de la vida,
se instalan a sus anchas, se hacen desear.
A veces, pasan inadvertidos, pero igualmente
presentes,
en las miradas, en los gestos, en el aburrimiento
y la abulia.
Los hombres quieren salirse de su cerco;
sin embargo, por alguna tonta razón,
sus deseos se convierten en hábitos nuevos,
desapercibidos,
y así, pasan la vida, siempre con la intención
de sacudirlos, de echarlos, de salir de su
prisión infame,
y cayendo, descendiendo, aterrizando
en el lote oscuro de las conveniencias,
del no hacer nada, para que nada pase,
para seguir pensando en planes futuros,
donde no haya hábitos que lo dañen todo.
Los hombres ya están habituados
a esta paradoja.
Esperan, desde su zona cómoda
que algo pase.

jueves, 16 de agosto de 2012

El Primer Mandamiento

Conocí a una persona en el pasado, cuya forma de pensar me obligó a meditar con profundidad acerca del Primer Mandamiento. Hablo de alguien "bueno", en el humano sentido de la palabra,  alguien que no le hace mal a terceros, que hace favores y en general se lleva bien con el resto de la humanidad. Esta persona me comentó que a una amiga de ella no le alcanzaban los dolaritos que con esfuerzo le hacía llegar la familia desde Estados Unidos porque, en vez de guardarlos para cubrir sus cada vez más perentorias necesidades, los compartía con sus hijas comprandoles alguna que otra botellita de aceite, spaguettis y otros lujitos en la hambreada isla. Entonces me vino la necesaria reflexión: "Pero de qué habla ésta, si sus hijos viven a todo dar, gracias a dólares venidos de aquí y allá"?  "Por qué no quiere que otras madres ayuden a los suyos, cuando los de ella no carecen de nada?" Todavía no me explico bien las razones de mi amiga, no entiendo el intrincado devenir de la mente humana que suele establecer diferencias tan marcadas en situaciones similares, pero, sobre todo, que es capaz de querer todo lo bueno para sí y su familia, y desear esta extraña forma de egoísmo impropios, no ya de una madre, sino de un ser humano para con otro, en el caso de los demás.

El Primer Mandamiento dice que debemos amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.Lo repetimos harto, pero lo vivimos muy poco. He conocido personas buenísimas que no entienden que alguien ayude a los que no son de su familia, y estoy segura que es porque no han meditado a profundidad lo que se nos ordena hacer. Quién es tu prójimo? Es tu cercano, el de al lado, cualquiera que tenga condición humana, y hasta creo que si aparecieran marcianos por ahí, deberíamos tenerle igual distinción, en tanto son obra del Creador. Voy más lejos: los animales y plantas: no son obra de Nuestro Padre? Por qué maltratarlos, por qué no amarlos y cuidarlos, nosotros que somos seres racionales y que recibimos de ellos un amor irracional, pero grande, profundo, como es el caso de las mascotas domésticas?

Creo que nos acostumbramos a recitar los mandamientos, pero no estamos ni remotamente listos para vivirlos. Si queremos ser buenos cristianos, buenas personas tenemos que acabar de comprender que cualquier situación lamentable de cualquier persona, en cualquier parte del universo, es nuestro problema también. Tenemos que despojarnos de la frialdad, de la estulticia y el desamor de que nos han permeado el hedonismo y el consumismo delirantes de esta época, cada vez más cruel e insensible, este "quítate tú para ponerme yo", este mirar para otro lado, para no ver el sufrimiento de los otros. En tanto no tomemos conciencia de este pecado de omisión, de indiferencia , la recitación de los mandamientos, no nos va a hacer mejores cristianos, sólo nos convertirá en loros de feria, pregonando, repitiendo frases aprendidas, sin alma, sin concierto y sin amor.

domingo, 12 de agosto de 2012

Amor tardío

No sé qué,
 no sé cuándo,
ni sé dónde
 ni el porqué,
 sólo sé, que te
llevo esperando,
más de un día,
más de un sueño,
en la suave
penumbra
de este sueño
al revés,
con el mismo
entusiasmo,
con los mismos
ardores
de la primera
vez.

sábado, 11 de agosto de 2012

Decisiones

Autor: Maritza Gómez

Las decisiones
son el talón de Aquiles,
el café  de azabache
mancillando la leche,
el moscardón tanteando
los ojos sin defensa,
la mugre que espanta
toda caricia,todos los
besos;
la perpetua pregunta
correcto o incorrecto?
sin asomo de ayuda,
sin configuraciones,
la lucha  de cada día,
sin garantías.
el premio a la nada,
melancolía y  desorden;
un stop al corazón,...
...y que decida la mente