Autor: Maritza Gómez Cruz.

Fundiéronse las estirpes centenarias

de rancios abolengos y sones de guitarra

allá; allende los mares.

En las tierras de los nibelungos ,

las flores y los valles han mutado

se convirtieron en espejos de colores,

y las plumas,

en gemidos y en espanto se trocaron.



Amasaron tu piel tantas historias,

y tantos sentimientos huérfanos;

y la mirra, y el oro, y el incienso

fueron tus compañeros...

En tus venas de hombre, de guerrero,

ruge la sangre de cien titanes,

tiene tu mirada de ébano o zafiro

el estigma de los cruzados.

Es tu cuerpo de cristal,

la roca donde anida por siempre

un mundo de desesperanzas

y de amor,

de sentimientos en tumulto,

heridas y desgarraduras

que confunden, a veces, 


 la nobleza de la frente...



Tu tristeza es la mía, te conozco.

Concebido en mi memoria, ha tiempo,

reposan los recuerdos milenarios

de tu pasado reciente;... es tu


 estirpe de guerreros que continúa…

siempre…