sábado, 23 de noviembre de 2013

Trascendencia

No se trasciende de nombre,
de apellidos, o abolengo,
ni en los rincones que,
momentáneamente, ocupas,
no se trasciende en los suspiros,
 ni en las vertientes de sol ,
o en las tardes de humo,
de guindilla y de opio.
No. Ni en los reveses
de cada manuscrito
que macera el futuro
 porque es tu sino,
 ni en rosales y sus espinas,
sembrados al poniente,
o en el visón que roza
tu cuello y lo acaricia,
suavemente, con todo
y su cara procedencia
mientras te azota el aire,
la cara de granate, de gozo,
o de sufrires, quién sabe...
Se trasciende de un modo
único, cada quien a su arbitrio,
al descubrir, en las nimiedades,
las marejadas de lo eterno. 

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