martes, 26 de noviembre de 2013

Mis dos mitades

Acúsome
de haber nacido irredenta
en las postrimerías de una era
de rebeldes,
con causa, o sin ella,
que no salvaguardaron
mi honra,
y me sometieron a escarnio
porque así lo exigía
su apostolado.

Acúsome
de haber crecido en la confusión,
errabunda, tropezando,
en un mundo siniestro,
exactamente dividida
entre sabiduría y prejuicio,
sopesando, en desconocimiento,
adivinando
secretos que no existen más.

Acúsome
de haberme tornado adulta,
debí preferir la infancia sin retorno,
sus partículas de inocencia soterrada.
Por mi error,
he purgado en cada telón de fondo,
he agonizado,
sin merecimientos, sin gloria.

Acúsome
de permanecer esperando
lo que no tendrá lugar:
un medio siglo de absurdos
me mantienen impertérrita,
soliviantada, anhelante...
en las postrimerías de una era
sin rebeldes, viviendo la epopeya
de pesadillas de mis dos mitades.


Entrega

No podré regalarte belleza,
se fue, desapareció
en un instante de descuido.

Ni juventud, se escabulló,
se perdió, se enmascaró
entre pañales y planes de futuro.

Ni siquiera podré ofrecerte sueños
ellos, como toda quimera,
se esfumaron, se convirtieron...

Sin embargo,podré ofrecerte
 una roca compartida, llena de aristas,
 sólida, firme, cortante.

Podré entregarte un trozo de esperanza,
no toda: alguna se quedó en los intersticios
 y desgarraduras necesarias.

Quizáspueda ofrecerte una sonrisa:
no siempre...muchas se truncaron
 sin nacer; aún puede suceder...

Te ofreceré, sin reparos,sin reservas,
 sin peros ni limitaciones,
mi esencia pecadora...

que puede escuchar, abrazar,
sostener, mortificar o herir;
pero es entrega, a pesar de todo,

es humana, con sus incongruencias,
sus dislates e impaciencias, una esencia
 que puede, de ser necesario, perderlo todo por ti

Dispersión

La brisa pernocta en las cumbres,
en el pico nevado,
el más alto.
Se mueve, resuelta, y sus miembros
retumban en las espumas plateadas,
aullándole a la Luna,
un cántico desgarrador, doliente.
La brisa se esparce de bruces,
milita, en secreto,
en las filas del alba.

Retoza, al amanecer,
con trozos de nubes y estrellas,
se baña en sus aguas,
permanece expectante,
silente,
el corazón agitado de rugidos sordos,
que consternan a los astros
y silencian los mundos.

La brisa se levanta
cuando los días son cálidos
el cielo parece zafiro
y los valles abren sus costuras
a la furia de los vientos,
arroja peñones
a la oscuridad, a las tinieblas
del olvido,
y se lleva a horcajadas
los llantos necesarios.

sábado, 23 de noviembre de 2013

Hipocondría

Para Ricardo estar enfermo era parte del encanto añadido a una vida insípida, escasa en alegrías. Podría decirse que era un hombre bastante afortunado, puesto que en tiempos de barbarie había nacido en una familia bastante funcional, que aún creía en los valores de la unidad y la concordia, amén de que disfrutaban de una posición de clase media alta, lo cual significaba que no había carecido ni de alimentos, ni de ninguna de las otras cosas necesarias para la existencia, y que suelen ser los detonantes de más de más un trauma. Pero él era así. Desde pequeño gustaba de la conmiseración, solía ver aparecer cualquier febrícola con entusiasmo, las paperas, el sarmpión, la varicela, ahí mismo ponía cara de mártir de galería y se sentaba, quietecito, a esperar los calditos, los mimos, los cariñitos y los buenos deseos, sin hacer el mínimo esfuerzo por recuperarse, dilatando todo lo que podía el sopor mariconeril en que se sumía.Ninguna otra cosa lo incentivaba, ni los deportes, ni las salidas con chicos de su edad, las noviecitas...De hecho, cuando le compraron su primera computadora lo primero que hizo fue aprender el uso de Google para poder investigar los sintomas de cada una de las enfermedades que le habría gustado padecer. De ese modo se enfermó, imaginariamente, de cuanto Dios creó, tuvo SIDA, cáncer, lupus,glaucoma, pancreatitis, neumonía...Lo gracioso del caso es que el chico tenía una salud de hierro, y como comía saludablemente y tenía muy buen apetito, jamás enfermaba realmente. Cuando se percató de que este sistema alimentario era  las causa fundamental que le hacia permanecer sano, muy a su pesar, dejó de comer; sin embargo, aunque adelgazó escandalosamente, no enfermó, sino que se apergaminó, comenzó a tener una especie de salud vitalicia que se reía de sus esfuerzos por enfermar y lo mantenía como a una vieja momia en su museo. Finalmente, su familia lo internó en un hospital para dementes, por donde anduvo, como alma en pena, a la espera de una enfermedad real que lo postrara para siempre, flotando entre otros loquitos, con otros dolencias tan lamentables como las de él. Fue allí que encontrá a mater llorona, que era una demente que creía haber perdido un hijo de una enfermedad letal, y que se solidarizó con él de tal modo que lo convirtió en su hijo enfermo, y así andaban los dos, la una mimando, dando cariñitos y calditos supuestos, y el otro dejándose consolar, finalmente feliz, con su cara de mártir de galería y una alegría sobrenatural en sus ojos desquiciados.

Trascendencia

No se trasciende de nombre,
de apellidos, o abolengo,
ni en los rincones que,
momentáneamente, ocupas,
no se trasciende en los suspiros,
 ni en las vertientes de sol ,
o en las tardes de humo,
de guindilla y de opio.
No. Ni en los reveses
de cada manuscrito
que macera el futuro
 porque es tu sino,
 ni en rosales y sus espinas,
sembrados al poniente,
o en el visón que roza
tu cuello y lo acaricia,
suavemente, con todo
y su cara procedencia
mientras te azota el aire,
la cara de granate, de gozo,
o de sufrires, quién sabe...
Se trasciende de un modo
único, cada quien a su arbitrio,
al descubrir, en las nimiedades,
las marejadas de lo eterno. 

sábado, 16 de noviembre de 2013

El mandato

Pues bien, ya estaba en el hotel Montecarlo Inn, con todo listo: la habitación, de lujo, ni siquiera sabía como funcionaban la mitad de los artilugios que ella había; la botella de champán, del más caro, contribuyendo con su ambarino reflejo al boato reinante, rodeada de hielo, en medio de las dos copas de esbelto talle; las velas, rojo pasión unas, negras azabache las otras, olorosas, excitantes, derramando su luz sobre la surtida mesa: uvas, fresas, chocolates... El lecho, de ensueño, redondo, mullido, repleto de cobertores y cojines de satín blanco, suaves, embriagantes, cálidos...Ya llega ella,  envuelta en el esplendor de costumbre, vestida con ropas  que se deshacen de sólo mirarlas, bellísima , una Helena de Troya del siglo XXI, puro músculo, abdomen plano, senos marmóreos a fuerza de silicona; una sirena de cola deliciosa, humana, perfecta,  banquete  de  rey; y es suya, toda suya, al menos por esta noche magnífica en que decidió emplear parte de sus ahorros en la experiencia de la que supone es la verdadera vida, la que no conoce de sudores, de lágrimas, de quejas y malas noticias..."quizás me despidan, están haciendo recortes en la empresa";" a Isabelita le está quedando corta la ropa, tenemos que..." " llamó tu madre, va a necesitar un nuevo medicamento para el reuna, costosísimo"...Esta noche, no, fuera preocupaciones, esta es la noche de su vida, su primer y quizás único contacto con ese mundo perfecto, lleno de inimaginables goces. Ahí está ella, asiendo su copa de champán, a la par que le brinda los labios y la fresa, presa en ellos, la besa con furia, con desespero, excitado...Ella, entrenadísima lo hace caer boca arriba en la cama, y luego pone música, una melodía suave, afrodisíaca que le trastorna un poco los sentidos, mientras comienza, con mucha calma, a despojarse de la indumentaria, dejando al descubierto su cuerpo de diosa joven, de gym, esculpido aquí y allá con la silicona de marras. El hombre siente que está a punto de reventar, ah!, bien que valió la pena el dinero gastado, lo está pasando de maravillas. Entonces, a su memoria olfativa arriba un mensaje que no es precisamente el del perfume caro de la chica, mas bien es una mezcla de jabón barato, agua tibia y colonia de timbiriche  que, no sabe por qué jodido motivo, lo llena de una tristeza que le arrasa los ojos en lágrimas y termina con cualquier amago de pasión. Torpemente se levanta, se viste y le paga a la muchacha lo acordado; también le dice que puede quedarse el resto de la noche en el hotel, que ya  estaba liquidado su costo, pero que él se marcha porque le ha surgido un imprevisto. Y se fue, dejando a la joven  con un palmo de narices, hacia la noche oscura, con la esperanza de que aún no hubiese pasado el último bus que iba por la misma ruta que su corazón.

jueves, 14 de noviembre de 2013

La inquilina del 424

Eduviges nació  a principios de los años cincuenta de la última centuria, y enseguida fue  notoria su gran inteligencia. Celebraban a la nena por doquier que pasaba su familia, tan graciosa era que hasta el Alcalde del pueblo solía prodigarle sus mimos y llenarla de regalos caros. Y así creció, cada vez más pagada de su talento. Con los años se fue desarrollando como se esperaba, se destacó en las artes y la literatura, pintaba y escribía con igual destreza, y ya no era novedad escuchar los elogios que sobre ella vertían todos los que la conocían. No era raro que, en saliendo sus libros de las casas editoriales, se agotaran con una prontitud que le rindió muchos dividendos. Podría decirse que el éxito le colaboraba de una manera abrumadora , tanto que comenzó a sentir cierta fastidiosa soberbia que la colocó sólo una rayita más abajo que el propio Dios. Así fue que empezó todo, ni siquiera fue algo estudiado, calculado. Llegó el momento en que se sintió un ser único, en toda la extensión de la palabra, cualquier sentimiento que experimentara iba dotado de una buena dosis de superioridad: Si se trataba de ser caritativos, ella lo era más que cualquiera; si se hablaba de música,  su preferida era la mejor; en cuanto a bailes,¿ quién danzaba mejor que ella cualquiera de los ritmos de moda, e incluso los valses y  cabriolas antiguas? El folclore de su país era, por supuesto, inigualable. Si de casualidad se tocaba la historia como referencia, no permitía, en modo alguno, que ninguna de sus radicales posturas fuera enjuiciada, defendía con todo el calor de su soberbia mal revestida de patriotismo, sus puntos de vista. No era, por así decirlo, una necia cualquiera, era necia, sí, pero con una necedad que confundía y apabullaba. De este tenor devino en la mujer más pulcra, la de moral más fina,la más creativa, la de mayor agilidad mental, la activista más sólida, la mujer perfecta, sin mácula, sin vicios, sin culpas, se convirtió, por definirlo de algún modo, en la humildad hecha carne, una humildad almibarada de tan perfecta, de tan absurda y poco creíble, una humildad que azotaba, más que comprendía, una humildad que restaba, jamás restauraba, una beata que perdió, a fuerza de creer en sus artilugios, en su mundo de mentijirillas y subterfugios, en sus fantasías megalómanas, el sentido de todo. Cuando su último libro no pudo vender ni un solo ejemplar, y su hijo más pequeño le pidió enseñarle ciertos recursos del programa  Excel y no pudo, porque nada sabía  al respecto, todo se desmoronó. El castillo de naipes se vino abajo, se encerró a cal y canto en su hogar, y sólo salía furtivamente, en busca de los alimentos para luego encerrarse de nuevo. Con el último hijo que abandonó la casa, entró en ella la sinrazón total: un montón de gatos y perros le acompañaron en sus últimos años, los mismos que aullaban lastimosamente el día que la policía irrumpió en su hogar mugriento, debido a que algunos vecinos informaron a la institución que, posiblemente "la vieja loca del 424"  había muerto, por el olor que del sitio emanaba, y por los pájaros carroñeros que comenzaban a columpiarse en las ramas del nogal del patio.

sábado, 9 de noviembre de 2013

El arreglo

Enano y retorcido de mente creció Melquíades en las inmediaciones de un barrio indigente, repleto de chinches, suciedad, violencia y motivos de sobra para abandonar cualquier esperanza. De pequeño solía escabullirse al centro de la ciudad para observar las vitrinas repletas de cosas prohíbidas, no con la tristeza y el ansia que suelen provocar su carencia, sino con la rabia que se enseñorea en las mentes mezquinas de los que creen que el mundo se los debe todo y están dispuestos a cobrar, a como dé lugar. Desde muy joven se hizo famoso por la ferocidad de su cara y sus acciones, hasta los peores malandrines del arrabal rehuían cualquier encontronazo con él, pues sabían que con Melquiades los pleitos se acababan sólo cuando uno de los dos estaba al borde de la muerte, o si acaso tenían la suerte de ser interrumpidos por la policía, que no frecuentaba precisamente el lugar. El delincuente salía de la cárcel y entraba a esta, como si de su hogar se tratara, sin que a nadie le importara, ni siquiera a su madre, una exprostituta, que el único favor que le había prestado - si así podía llamársele- , era haberlo echado  al mundo, de cualquier modo, como quien pone un huevo; y mucho menos a su padre,cualquiera sabía quien era el fulano de entre todos los pendencieros que habían compartido el jergón con la fulana. Así había crecido, comiendo cualquier cosa que pudiera robarse, cetrino, de ojos sucios, mirada esquizoide, fuerte, con la fuerza que le habían conferido los múltiples entuertos en que se vio involucrado; pero mezquino, mezquino de alma, mezquino de mente, sin asomo de virtud . Tendría 18 años cuando vio a Gertrudis Cigar-Doquieriz  por primera vez, y para él fue como descubrir el paraíso en medio de llamas pavorosas: la belleza sin igual y el refinamiento de la joven lo enloquecieron a tal punto que supo que sería suya así fuera esta su última y más sórdida batalla en este mundo. En un alumbrón de inteligencia inaúdita supo intuir que lo único que provocaría en la joven sería repulsión. Entonces la espió, día y noche, muriendo poquito a poco de pasión, con la mente más retorcida que nunca. Y cuando descubrió que Gertrudis era en realidad un chico que solía ir de mujer por la vida, fue tanta su impresión que sólo atinó a pensar que aquello no era tan importante, que su amor por ella o él estaba más allá de cualquier "inconveniente biológico",En esa  su vida sin norte, despreciado y/o temido por todos  su amor era lo único importante, mucho más que ese accidente de última hora, una jugarreta, una última conspiración de la naturaleza contra él  Por ahí andan todavía, contándose mentiras que les ayudan a entenderse, a quererse y a seguir adelante.