domingo, 21 de septiembre de 2014

Mariposa

Amanezco cada día con igual impaciencia, no veo las santas horas  que sean las 11 y 50 p.m. Todo lo que hago es rutinario, me levanto, me visto, voy al trabajo, almuerzo, como si de una agenda impostergable se tratara, actos inconscientes que persiguen un único objetivo: que pase el tiempo, lo más rápidamente posible para que una vez más, faltando diez para las 12.00 a.m, viva segundos de dicha inenarrable, la fantasía de un imposible que ya no lo es tanto, la devolución de los latidos al corazón y las mariposas al estómago. Los minutoa pasan a cuentagotas, miro el reloj, las cinco y media, y al cabo de las que me semejan tres horas más, sólo son las 6-tiempo de partir a por el metro, en medio de oleadas humanas que me empujan y maltratan, aunque yo nada siento, a fuer de ser sinceros-. Luego el viaje largo, larguísimo, en medio de olores imposibles de ignorar, hasta que finalmente me catapulto desde la estación hasta las calles tranquilas de mi barriada, por las que camino despacio, aspirando a todo pulmón el olor del silencio. Me demoro a propósito, voy catando cada cambio del entorno, como si de un vino muy costoso se tratara. Al llegar a mi casa no subo todavía a la segunda planta, al santuario- así lo he bautizado porque es de ese modo que lo percibo-me quedo en la cocina, preparando platos que  me enseñara, aunque no me quedan  tan buenos como a ella. Luego, miro la tele sin ver, es decir, sólo veo figuras, contornos, objetos y escucho sonidos que no tienen significado alguno para mí; lo importante es que pase el tiempo, rápido, no tanto como yo quisiera, pero va pasando. A las once subo al santuario y me doy una ducha larga, me perfumo y me visto con el pijama que me regaló por Navidades, ese mismo, el satinado, el suave como su piel, el que huele a incienso, a rosas moribundas que andan entregando lo que queda de su esencia. Faltando 15 para las doce, me recuesto al ventanal de vidrio de mi habitación, desde el que puedo ver toda el área de parqueo. El corazón redobla su compás, tac-toc-tac-toc, se me quiere salir del pecho. Entonces, faltando diez para las 12 a.m veo su camioneta entrando y estacionándose donde siempre. Casi agónico, la veo descender del auto, bella, armoniosa, celestial, como siempre, como cada día, caminando sin prisa sobre sus altos tacones con soltura, sin embarazo o duda alguna. Luego escucho con toda nitidez el tintineo de las llaves al abrir la puerta de entrada, y su paso inconfundible por las escaleras, en el pasillo, abriendo la puerta de su habitación. Desde la mía percibo cada movimiento, los ruiditos minúsculos que se producen cuando se despoja de accesorios y ropas. En un par de ocasiones, he cedido a la tentación de ir hasta su puerta y abrirla para charlar un rato, pero no la encuentro por parte alguna, así que ahora ya no lo hago más, prefiero mirarla desde los cristales de mi habitación, quedarme con el tintineo de sus llaves y el toc-toc de sus tacones en el parquet del pasillo; a la postre, sólo tengo ese consuelo, eso, y el de visitarla cada domingo en su tumba.

sábado, 20 de septiembre de 2014

Es, o no es?

Mi intención, al salir de Save a lot, era cortar camino por la 5th street, llegar a la State, doblar a la izquierda y enrumbar, por la 6th Street, hasta la Lafayette, donde está mi casa. Lo primero que me pareció fue que la 5th st. estaba más oscura que de costumbre, pero no sentí ni pizca de temor porque este es un pueblo muy tranquilo, hasta cuando es noche cerrada. Sin embargo me sentía un poco desconcertada porque nada me resultaba familiar, las casas parecían escenarios recreados para alguna película, una tenía hasta puente levadizo, como los castillos feudales, sobre lo que parecía un río, y  del cual no tenía noción; otra parecía un coche fúnebre alargado hasta lo inverosímil, y del cual salía un ulular inquietante; una tercera semejaba la cabaña a la que fueron a dar  Gretel y Hamsel, con bruja incluída, y así, sucesivamente. Comencé a sentir un sudor corriéndome por cada partícula del cuerpo, y me eché a correr hasta la que parecía ser la State st. Llegué jadeando y me detuve para recobrar el aliento. Una neblina gelatinosa envolvía toda la calle, así que me dirigí a trompicones a la que parecía ser la 6th st, y doblé. No estaba muy segura de que fuera la 6th st, me estaba dejando llevar por mi sexto sentido. A lo lejos divisé la que era, o parecía ser, la cúpula de la iglesia, y ese detalle me tranquilizó un poco, aunque la niebla se había extendido y no me permitía ver con claridad. Pensaba que si lograba mantener el rumbo guiándome por la cúpula, llegaría sin mayores problemas, puesto que vivo justo en la acera que está frente a la iglesia. En el trayecto caí más de una vez al tropezar con las que eran, o parecían ser piedras, y de las cuales no tenía la más mínima idea, de  mis frecuentes caminatas por aquellos lares. Así fui avanzando por la que era o parecía ser la 6th st., hasta llegar a la que era o parecía ser Lafayette st,  Avancé a gatas por la escalinata exterior de la que era o parecía ser mi casa, para evitar caerme de nuevo. La neblina seguía cubriéndolo todo, así que iba tentando las paredes del portal, hasta que encontré la puerta de entrada, extraje la llave del bolsillo y abrí. Adentro todo era oscuridad y silencio. Giré el interruptor de la luz, pero no se encendió, así que, presa del pánico ya, subí lo más rápido que pude al segundo piso, donde están las habitaciones y abrí la primera puerta que encontré. Ya en el interior,  me abalancé hacia la cama en la que  alguien dormía, puede que fuera mi esposo, o alguien que parece serlo, no sé, a esta altura de las circunstancias sólo quería dormir para despertar a alguna realidad que me permitiera saber si lo vivido era cierto, o tan sólo parecía serlo, confiando de todo corazón en que todo no fuera más que un mal sueño, en el que las certezas y pareceres se habían fundido para jugarme una mala pasada.

miércoles, 29 de enero de 2014

El dilema de los cubanos II

A propósito de un pequeño artículo que escribiera, acerca del dilema de los cubanos que viven dentro o fuera de la isla, he recibido múltiples comentarios, todos dignos del mayor respeto y consideración, unos a favor de mi postura, otros, abiertamente en contra, como todo tema que genera discusión. A Dios gracias, vivimos en un país donde las personas pueden manifestarse libremente, una ventaja que no teníamos en la Cuba de los castrosaurios, y que nos suponía cárcel , en tanto dichas opiniones no versaran a favor del régimen totalitario que allí impera.Qué gran diferencia, señores!! Qué maravilla poder decir lo que se piensa, lo que se siente, lo que se cree!! Hasta Dios, Nuestro Padre y Señor, que podría habernos impuesto su culto, fue capaz de regalarnos lo más preciado, el libre albedrío, para que fuéramos capaces de decidir lo que queremos para nuestras vidas; entonces, viene un dictadorcillo cualquiera y nos convierte en masa bovina, en esclavos...Y todavía hay personas que no ven claro, que se conforman, que comulgan, que se sienten agradecidas por los "regalos" del régimen. Ver para creer.

Trato de ponerme en los zapatos de mis compatriotas que se sienten más o menos felices en Cuba. Sé que para muchos el amor patrio es tan poderoso, que no ven más allá de éste, y que ese amor tiene que ver mucho con la familia, más que con el suelo. Cuba es Cuba, aunque sea esclava, y en tanto me permitan ingerir algunos alimentos, asistir gratuitamente a hospitales y policlínicos que se caen de pura suciedad, comprar baratos medicamentos inexistentes, obtener títulos cada vez más castrados y de menor rigor científico, y, finalmente, tener una caja de pino y un pedacito de tierra donde ser enterrados, me siento mejor que en esos otros lugares donde la libertad cuesta tan cara, donde no hay gratuidades entre comillas, como las de Cuba, y donde hay que dejarse la piel para vivir honradamente. Siempre poniéndome en los zapatos de esos hermanos, medito acerca de la posibilidad de integrarme al ovejuno concierto, pero entonces, inevitablemente acuden a mi mente ciertas preguntas: ¿Puede vivir dignamente una persona en Cuba, incluso haciendo dejación de su derecho más sagrado, que es el disfrute de la libertad, si no tiene la ayudita, la remesita en dólares o euros? ¿Se puede montar algún negocito allá con el dinero que se gana producto del trabajo? ¿Será posible tener garantía absoluta de que  un día, después que hayas montado el negocito de marras y estés empezando a obtener los dividendos por el mismo, no vendrán a quitártelo, alegando enriquecimiento ilícito?

Particularmente, repito, particularmente, en mi opinión (v.r) prefiero vivir como se debe, ante todo, en libertad, con los sacrificios que implica, y luego morir satisfecha, aunque mi familia tenga que elegir cremarme, por ser más barato el servicio, o echarme al vertedero municipal, si fuere el caso que no hubiere el necesario cash, que morir cada día  en la ignominia, la esclavitud, la falta de derechos, como clown, que ríe siempre, o robot, manejado a distancia por el castrocomunismo y todo lo que él implica. A la postre, eso no es vida, es cualquier cosa, menos vida, es muerte, oscuridad y agonía eterna.Definitivamente, no, no quiero eso para mí.

lunes, 27 de enero de 2014

El dilema cubano

Hace unas noches volví a ver el filme cubano "Lista de espera", cortesía de youtube. En ese momento estaba desvelada, y la película sólo hizo más prolongado mi insomnio. Confieso que terminé de verla con la piel erizada y los cabellos de punta, porque para mí ya pasaron casi 14 años desde que esas vivencias fueran mi pan de cada día, y ya se sabe que los seres humanos piensan como viven. Mi involuntario desvelo me puso a meditar  acerca de la tendencia que tenemos, los que en el exilio vivimos, de quejarnos constantemente por lo mucho que hay que trabajar por estos lares, y que, de haber tenido la oportunidad de saber con anterioridad, cómo era esto, jamás habríamos renunciado al "vegetar", que es el modo de vida en Cuba, todo con tal de no trabajar tan duramente como aquí se hace.

Y es cierto. Para las personas que llegamos a Estados Unidos, sin importar cuántos títulos tengamos, al no dominar el idioma, las cosas se ponen  "pelúas", hay que trabajar tan duramente, sobre todo en las factorías, donde no se conoce la palabra misericordia, y de las cuales salen las personas hechas guiñapos, al cabo de 20 ó 30 años de trabajo, que a cualquiera se le salen los suspiros por ese pasado, sentados a la vera del portal, viendo a ver que cae del cielo, o más exactamente de las remesas que (no todos) tenemos la suerte de recibir de aquellos parientes que están "comiéndose un cable" allende los mares, y que nos pemiten obtener lo suficiente para seguir vegetando. Y así, un día tras otro... El eterno "ser o no ser, esa es la cuestión", cuando de dirimir qué es mejor se trata: trabajar como bestias, o vegetar como parásitos?

Particularmente, repito, particularmente, en mi opinión (v.r), sólo le pido a Dios me dé salud para trabajar en lo que sea, limpiando pisos, cuidando enfermos, en factorías, lavando platos. No me importa en absoluto haber perdido buena parte de mi vida estudiando, y que ahora de nada me sirvan mis conocimientos. Quiero vivir dignamente, honradamente, esforzándome cada minuto de mi vida para ayudar, y no para que me ayuden, quiero irme bien cansada a la tumba, así será más placentero el yacer eterno. No quiero para mí las tremendas vicisitudes que viven mis queridos hermanos en Cuba, aunque eso signifique vacaciones eternas (ya se sabe que en Cuba no se trabaja, se "bisnea", se resuelve, se negocia, o simplemente se vive de los que acá estamos). Creo que es cuestión de actitud ante la vida, de si prefieres vivir a plenitud, con todo el esfuerzo que ello implica, o si deseas morir un poco cada día, sin alicientes, sin esperanzas, sin libertad, con tal de no esforzarte."To be or not to be, that´s the question". A mí, que me entierren, o esparzan mis cenizas frente a la Ermita de La Caridad, en Miami, en Los Grandes Lagos, en el Cañón del Colorado, en el Missisipi o en los canales que pasan por Hialeah...Mientras que sea en USA, para mí vale todo.




sábado, 4 de enero de 2014

II corto

Apareció
a la vera de mi calle
enfundado en sus pieles
de nácar y armiño,
lleno de misterio,
de majestad,
de supremacía;
y me envolvió
de modo tal
con su aliento
de hielo
que quedé hechizada,
temblando a sus pies,
congelada...

Preludio

Mientras titubeo
recorro con los ojos,
con las manos y los sentidos
 el espacio
de tu piel de perlas,
te miro a los ojos,
me quedo en los labios
me quedaría para siempre,
olvidaría cada ofensa,
cada infidelidad, todo el
 desamor de tus ojos;
y aprecio tu entorno,
forjado en la divinidad,
con toques de incienso
por el pincel de las estrellas,
me acobardo, me abandono;
no te merezco, Hércules,
soy tan humana!!
Mas me atrevo, te acaricio,
te mimo, te requiebro,
te moldeo, con mis manos
que se vuelven seda
cuando están contigo;
con los nervios, con ardor,
con la mente.

Entonces me entrego,
ya sin titubeos...