Quién se atreve a nombrar las cosas por su nombre?
Quién recusa el arbitrio, y prefiere la tierra?
Dónde estará la guía de que se sirve el hombre,
para intentar llegar sin percance, a la meta?
Por qué rumbos de adobe, se despeña el deseo
que hace de cada hombre un falsario canalla,
Cuáles son las razones, detrás de cada beso
que impulsan las caídas, detrás de las batallas?
Esta media mitad que habita en cada hombre
que se convierte en siervo, en rapiñas de guerras,
es tan sólo silencio, decadencia de pobres,
que susurran con miedo, por temor del que yerra.
Por qué rumbos entonces, la verdad y el deseo
pueden desplazarse sin que sean patrañas,
tomados de la mano, amigos con derechos,
ese todo del hombre, que es nada, y hazaña...
Ese todo del hombre, que es humano y divino,
sin falsos testimonios, de todo lo vivido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario