Envuelta en las madejas del olvido,
emerge, cual criatura castrada, del silencio,
se sacude en oleadas de matices, de vendavales
y desganos,
se recuesta con languidez, pensando en la aurora.
Ella ha detenido el velo del tiempo,
lo ha parado en seco,
mientras se secaba una lágrima furtiva,
de duelo,
por los minutos repletos de inocencia
de las ofrendas.
En la antesala del siglo,
un reloj observa con pánico, la insensatez,
ha querido detenerla, mas se ha quebrado
en el intento,
sólo puedo ser testigo de lujo
de el empaque de la esperanza.
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