domingo, 25 de agosto de 2013



¿Es acaso la melancolía
oficio de poetas?
No se cuela esta, acaso,
entre rieles y martillos,
entre arrugas y acuosidades?
No será que la melancolía
es oficio de hombres,
de aquellos hombres que
aman, que besan, que
abrazan y se funden?
No será acaso, la melancolía,
oficio de la ternura?
Será la no pertenencia
que acompaña los momentos
de dicha?
El perfecto estuche
en que se guardan
todos los recuerdos?
La sinfonía que despierta
en la mente lo que
nunca fue?
La melancolía es
el preludio, el antecesor,
el notario de etiqueta
que lee los pormenores
del manifiesto:
Hay belleza, sí,
notoriedad y alegría,
desazón y vacío,
hay vida y muerte,
 y hay maravillas ahí,
donde sentó sus reales
un ápice de melancolía
              ***
Lo vi pasar, ajeno,
desmemoriado y bello,
con la luna rielando
en la plata de sus párpados,
y la mente caída, como los
ángeles; turbiamente helados
los labios sin mácula,  los cabellos
de estopa, sin dirección, sin norte.
Lo vi, y al verle, se encendieron
de júbilo mis múltiples abriles,
a pesar de sus labios, de su mente...
y del tiempo... hoy le vi, y supe
supe...

              ***
¿Qué es trascender?
En vano busco un ejemplo
que ilustre
esta teoría de muchos,  de tantos
-o tontos-
Trascender, de qué sirve?
No es mejor hacer?
yo hago, tú haces,
todos hacemos, así
sin infinitivos vagos,
en presente de indicativo...
Quizás, eso sea trascender,
mas no queremos descubrir esta
intríngulis (mejor no hacer)
se está cómodo así, o no?

             ***
El venía, y yo iba,
 el miraba, y yo huía,
si él contemplaba,
yo me cerraba; y si
me hería, yo bostezaba...
De ahí pasamos a los acuerdos;
ninguno de los dos besaba,
o abrazaba, o gemía, o acariciaba
o proponía...
Cada uno, en ventanales distantes
se difuminaba, se oscurecía,
sin gritarle al silencio
lo mucho que se amaban,
cada uno moría...

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