No es un día cualquiera,
es el día, ese día, con sus
espacios, con sus hábitos,
lleno de luces, de soles,
de azules y naranja fuego,
de gorjeos que suenan a victoria,
de gentes, de populacho
-que no es lo mismo-
de trepidares y bocinazos.
En ese día, abandona la oscuridad,
la soledad, el ostracismo
de ermitaño, de paloma sin alas,
de topo entre herrumbes y miserias,
que no consigue mirar
más allá de los muérdanos y los zopilotes,
huraño, taciturno, hosco...
Ese día deja todo atrás, se sacude,
se esponja, se pule, se viste de escarcha,
un toque de vida por aquí, un detalle de alegría
por allá; perlas y diamantes del reino
de Nuncajamás, escapulario al cuello,
cascabeles de esperanza en brazos y piernas,
y un ulular de pasiones acechando los ojos
y los labios....
pasea su impronta entre dos filas de
admiración, de sorpresas, de algarabía
mal disimulada.
Luego, cuando la luz muere, vuelve;
vuelve, de la mano de su cancerbero,
a la soledad, al ostracismo de ermitaño,
de palomas sin alas, de topo, de muérdanos
y zopilotes, más huraño que nunca...
hasta la próxima entrega
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