viernes, 23 de noviembre de 2012

Instancia surrealista

No estaba segura, pero le parecía que con el tiempo se hacía más larga esta cinta interminable repleta de gérmenes, de pensamientos húmedos, de palabras, insultos, de peatones vulgares y de autos paranoides, de alto voltaje, reseca, sucia a veces, iluminda y perfumada otras. Sin importar cuántas veces se había posado su mirada en ella, lo cierto es que la impresión de crecimiento era cada vez más aguda: sinuosa aquí: una curva profunda allá; concavidades antes no vistas, tramos erosionados, señales de alarma en cada esquina. Empezó a temer por su vida. Al no tener hacia dónde expandirse comenzó a recorrerle el rostro, acariciando las orejas, lamiendo la frente y tapándole los ojos. Luego penetró en uno de los orificios nasales, cortándole un poco la respiración, para salir por el otro y enredarse de manera atrevida, amenazante en el cuello, presionando, asfixiando, ahogándola en un mar de confusiones disímiles. Fue entonces que tomó la decisión que cambiaría su vida por completo: hizo voto de silencio y de ese modo logró que la lengua, poco a poco retornara a su tamaño normal.

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