Ahí estaba, atisbando por el ventanuco que día tras día le permitía observar aquel dedo, largo, blanquísimo, de uña cuidada y ligeramente flexionado entre la segunda y tercera falange. Ahora venía el mejor momento, cuando el dedo, como quien conoce a la perfección su camino, se introducía en el tarro de la mermelada y salía del mismo manando sensualidad, suavemente, chorreando dulce, para perderse en la que presumía era una boca roja, carnosa, fragante, atrás, adelante, así, una y otra vez, hasta que no quedaba vestigio del crimen, y él estaba al borde de sus posibilidades, reventando de lujuria, de ansia insatisfecha, de más. Su vida se redujo de manera enfermiza al disfrute del instante mañanero, que cual ritual, tenía lugar cada día de los siete de la semana. Poco a poco, se convirtió en un remedo de lo que fuera: adelgazó de manera escandalosa, el pelo y la barba le crecieron en todos los sentidos posibles y los ojos se le desorbitaron. Contaba los minutos que le separaban del placer indescriptible que sólo conseguía a través de la película minúscula, breve, y por los mismo salvaje de ese dedito hacedor de sus más apasionadas fantasías: atrás, adelante, en un sentido, en el contrario, dulce, almibarado, psssssssssss...!!
Cuando se lo llevaron, deliraba. Fue preciso ponerle camisa de fuerza para dominar la tenacidad de sus flaquísimos brazos. Los vecinos salieron a los balcones, le miraban con caras repletas del candor que provoca el sufrimiento ajeno; entre ellos, la septuagenaria abuelita que sólo se contentaba con lamerse el dedo, repleto de mermelada, para olvidar, al menos un poquito, los reveses de su artritis.
Cuando se lo llevaron, deliraba. Fue preciso ponerle camisa de fuerza para dominar la tenacidad de sus flaquísimos brazos. Los vecinos salieron a los balcones, le miraban con caras repletas del candor que provoca el sufrimiento ajeno; entre ellos, la septuagenaria abuelita que sólo se contentaba con lamerse el dedo, repleto de mermelada, para olvidar, al menos un poquito, los reveses de su artritis.
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