Los males que aquejan a nuestra humana decadencia, de tan repetidos ya comienzan a ser de una redundancia aburrida y mareante. Cabría suponer que, en la medida en que avanzan nuestros conocimientos producto de la alta tecnología a nuestra disposición, del mismo modo avanzamos en valores, en criterios sólidos, en mecanismos para paliar esos males con que vinimos en el paquete, de los cuales ya se conocen su génesis, sus raíces, sus secuelas, y también sus remedios, de ahí que cada quien debiera preocuparse por ponerle coto a sus miserias, en la medida de lo posible, y con los recursos que vamos teniendo a mano. Pero no. La realidad es que, en una mayoría de casos, nos dedicamos a darle alimento del mejor género a la envidia, a los celos, a la ira, a la vanidad, al egoísmo, al ego desmedido, a la ironía malsana, a la crítica destructiva, a la maldad desproporcionada.
. He aprendido, con el decursar de los años y la sabiduría que te proporcionan los golpes, que tienes que hacer un análisis diario de tus acciones, tienes que llevarlas al microscopio de la conciencia y desmenuzarlas, contemplarlas, juzgarlas y extraerles lo positivo y lo negativo que hay en ellas. Sólo con ese examen diario puedes ir creciendo, al menos un poquito, si te descuidas lo más mínimo, hacen presa de ti, y te convierten en aquello que no quieres ser y terminas siendo: un remedo de ser humano creído, egocéntrico, celoso, envidioso, egoista y destructivo.
Reconozco que ciertas actitudes me devastan, unas más que otras, y el egoísmo es una de ellas. Muchas personas van por la vida sin percatarse de lo mucho que lo son, creo yo que suponen ser una suerte de ombligo del mundo ante el cual todos debemos inclinarnos, y al que debemos servir sin objeciones. Para estas personas lo que cuenta son sus intereses personales, sus deseos personales, sus necesidades y objetivos personales, sus planes, sus "derechos" sin deberes, su mezquindad, su ego pasado por agua, su desmedida ambición. Y ahí mismo tenemos servido el partido del quítate tú, pa' ponerme yo, que me toca, porque sí, porque quiero, porque es mi voluntad, y porque yo soy primero, y todo lo mío es primero, pésele a quien le pese, gústele a quien le guste. Para nada cuentan las necesidades del otro, los deseos del otro, los planes del otro, los sueños del otro...No para los egoístas.
Cuídado, Dios nos observa, nos evalúa y nos hará rendir, tarde o temprano, exámenes. Y entonces, cuáles serán nuestros argumentos de defensa?
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