Hoy escuché por cuarta o quinta vez la prédica 634 del pastor Dante Gebel (Youtube, Dante Gebel #634) porque, aunque todo lo que él nos trasmite es de mucho valor, hay algunas alocuciones que van más allá de cualquier enseñanza común, cotidiana, son lo que podemos catalogar de extraordinarias, fascinantes, sumamente enriquecedoras. Y esta, que lleva por título "Bailamos?", es una de ellas. Dante comienza haciendo un recuento del pasaje bíblico en el que se narra como el rey David se ve precisado a dejar el Arca de la Alianza en manos de un granjero llamado Betedón, para que se la guardara hasta que el pudiera regresar por ella con el debido protocolo. En los meses que el Arca permanece en casa del campesino, este experimenta un crecimiento descomunal en sus ganancias,en todo lo que constituyr su patrimonio económico, y, por supuesto, todos saben que ello se debe al tesoro inigualable que este guarda bajo su techo. Por ello, cuando David regresa por la prebenda del pueblo de Israel, experimenta un regocijo sin límites, al poder, por fin, mantener a buen recaudo la que a todas luces era la presencia del mismo Dios entre sus fieles. Y devoto por encima de todo como era, y experimentando una alegría más allá de toda comparación, se despoja de toda su indumentaria real, la lanza por la ventana, queda en calzones, y comienza a bailar y a adorar al Señor frente a la muchedumbre, recibiendo por ello la reprimenda de su esposa, que no concibe ver al rey en prendas íntimas ante sus súbditos, alabando y adorando a Dios. Mas él, sin pizca de duda, le responde a esta que él alabará a Dios como le parezca, que por algo Dios lo escogió a él, y no a ningún miembro de la familia de ella para ser el rey de Israel. y que "se regocijará y humillará aún más en la presencia del Señor". Wow!
Cuántas veces sigue pasando lo mismo! Y cuánto valor necesitamos para despojarnos de toda superficialidad que nos impida adorar a Nuestro Dios tal y como queremos, y no como la mayoría cree que debes hacerlo, , esto es con moderación, recato, ojos bajos y alma fría. Sucede que si te dejas llevar por la emoción de tu encuentro con el Señor, y bailas, y cantas, y te muestras feliz, enseguida viene alguien y te dice que estás estorbando el paso de otro que quiere pasar justo por donde tú te has entregado al placer de la alabanza, o te miran con cara de "diarrhea forever", ajusticiándote en la mirada de reconvención que te dirigen, o riendo burlonamente, con expresión de "qué ridícula que eres", y otros, menos crueles, te observan conmiserativos mientras piensan " qué pena de señora tan loquita", etc, etc. La mayoría de estas persona tienen el autoestima por los suelos, viven de las apariencias, del qué dirán, de lo que piensan los demás. Y, como dice D.G. caen en depresión total si aumentaron de peso, si caen en bancarrota, si perdieron un trabajo, porque su estima dependía de estos factores externos, y ya no desean alabar, adorar al Señor porque su fe estaba cimentada sobre falsos baluartes, sobre lodo, y no sobre roca. Y acerca de alabanza verdadera sobre estima verdadera sí que puede impartirnos cátedra el rey David, que impide que le adoren a él como el gran triunfador, y desvía estas alabanzas hacia el verdadero protagonista de todo: nuestro Dios .Wow!
Tenemos que aprender a vivir en la diversidad, pero respetando ante todo nuestra identidad. Y para aquellos que amamos al Señor por encima de todo, nada pueden significar las miradas llenas de desaprobación de los demás. Nuestro Jesús, nuestro León de Judá, como sigue diciendo D.G, era extravagante, tocaba a los leprosos, sanaba los sábados, perdonaba a las adúlteras, lavaba los pies de los discípulos, volcaba las mesas en el templo, hablaba con samaritanos, tenía fiestas con recaudadores de impuestos, ofendía a los fariseos...Jesús no tomaba en cuenta las miradas llenas de reprobación de los hipócritas, El actuaba según su misericordia, según los deseos de su Padre, según su plan de hacer valer el amor por encima de todo. Y adorar al Señor como nos pida nuestra devoción es la sesión de poesía en la que cobra fuerzas nuestro espíritu para seguir actuando en consonancia con aquello que experimenta nuestro corazón, y de lo que se nutre nuestro cuerpo, cansado de tanta materialidad, de tanta hipocresía y falta de norte verdadero. Así que, no olvides celebrar esa fiesta íntima de alabanza a tu Señor, tal y como lo prefieras, sin que medien la falta de criterio propio, la aprobación de este o aquel y, en resumen, la falsa identidad que quieran imponerte.