La lagarta conduce su auto al interior del parqueo soterrado, sube por el ascensor, se dirige al apartamento 329, lo abre y entra. Luego se quita los zapatos, y en ese mismo instante, comienza la transformación: ya no es oscuro su color, ahora ha adquirido una tonalidad rosa, más a juego con el entorno que la rodea. Respira con fruición, mientras sus pies se hunden, calando, clasificando, disfrutando de la alfombra mullida, blanquísima, fragante. Luego se dirige al dormitorio de ensueño, y el color rosa que había adquirido la piel se intensifica. Ahí todo es vaporoso, chic, de ensueño. La lagarta cambia sus ropas militantes por una bata que la hace suspirar de nuevo, se sienta en el gran butacón y prende la tele que ocupa toda una pared.Los recuerdos pasan por su mente, es un proceso que requiere atención, si quiere depurar toda la información que no encaja con este reino del nuncajamás que es su casa.En la mañana anduvo en un mitin, arengando a la población, tratando de reavivar la llama guerrera de los asistentes con su verbo encendido. La sonrisa de satisfacción que le suaviza el rostro lo dice todo, si pudiera, se besaría a sí misma, de tan orgullosa como está de sus poderes. Posteriormente, la lagarta se tomo par de horas de asueto en el estadio local, donde disfrutó, como una simple mortal, del partidazo. Más tarde se reunió con el grupo de las señoras floridas, que recaudan fondos entre la gente acaudalada para ayudar en su lucha a los hermanos famélicos y afiebrados que quedaron allá, en el feudo particular del tiranosaurio, y que sólo cuentan con la dignidad para enfrentar al terrible reptil, su camada, y las dentelladas crueles que le lanzan aa todo el que se les opone.Ahí debió lucirse, lo reconoce, tuvo que sacarle brillo a sus botas militantes, las señoras no son tan tontas después de todo, no sueltan así como así. Sin embargo, ella es superior, siempre termina ganando cualquier batalla verbal que sostiene. Nueva sonrisa del ego. Realmente, si pudiera, se besaría a sí misma, qué lástima que no pueda alcanzarse las mejillas con la boca, un detalle que habría que corregir-piensa con sorna.Por lo pronto se levanta del butacón, se sirve del cognac carísimo que le regalara aquel político del norte a quien ayudara en cierta ocasión, y se dispone a disfrutarlo con toda la calma de que es capaz. El cognac siempre la ayuda a aclarar las ideas, deberá estar muy despejada esta noche cuando se siente a redactar el artículo que mañana aparecerá en todos los periódicos, y que versa sobra la vigencia de la demagogia en los regímenes totalitarios. La lagarta se relame de gusto, en tanto se ajusta su casco militante.
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