jueves, 31 de octubre de 2013

Lamentos de la lluvia

Qué grande es mi amor desesperado!
Está hecho de espera, de tristeza,
de insomnio, de incomprensión,
 de voces,
y de silencio.
Mi amor desesperado estremece
todas las barreras, las funde,
las vuelve invisibles.
Él marcha a la cabeza, recibe
el flagelo, la nieve de la censura,
las mordazas, la tiranía, el odio
mal disimulado...
Cuánto desearía, mi amor desesperado,
que fueras emblema, y no realengo,
que fueras  héroe, y no  lacayo,
que fueras la brújula..
Mi amor desesperado resiste
(ha resistido siempre)
reisitirá la sátira de los cuervos
sin ojos,
 las falacias, las falsas promesas
de los mercanchifles del ego.
Mi amor desesperado es más fuerte,
es columna, es bastión, es tormenta,
es lamento que ruge,
que enseña los dientes...

Él vencerá cada batalla.

viernes, 18 de octubre de 2013

La lagarta

La lagarta conduce su auto al interior del parqueo soterrado, sube por el ascensor, se dirige al apartamento 329, lo abre y entra. Luego se quita los zapatos, y en ese mismo instante, comienza la transformación: ya no es oscuro su color, ahora ha adquirido una tonalidad rosa, más a juego con el entorno que la rodea. Respira con fruición, mientras sus pies se hunden, calando, clasificando, disfrutando de la alfombra mullida, blanquísima, fragante. Luego se dirige al dormitorio de ensueño, y el color rosa que había adquirido la piel se intensifica. Ahí todo es vaporoso, chic, de ensueño. La lagarta cambia sus ropas militantes por una bata que la hace suspirar de nuevo, se sienta en el gran butacón y prende la tele que ocupa toda una pared.Los recuerdos pasan por su mente, es un proceso que requiere atención, si quiere depurar toda la información que no encaja con este reino del nuncajamás que es su casa.En la mañana anduvo en un mitin, arengando a la población, tratando de reavivar la llama guerrera de los asistentes con su verbo encendido. La sonrisa de satisfacción que le suaviza el rostro lo dice todo, si pudiera, se besaría a sí misma, de tan orgullosa como está de sus poderes. Posteriormente, la lagarta se tomo par de horas de asueto en el estadio local, donde disfrutó, como una simple mortal, del partidazo. Más tarde se reunió con el grupo de las señoras floridas, que recaudan fondos entre la gente acaudalada para ayudar en su lucha a los hermanos famélicos y afiebrados que quedaron allá, en el feudo particular del tiranosaurio, y que sólo cuentan con la dignidad para enfrentar al terrible reptil,  su camada, y las dentelladas crueles que  le lanzan aa todo el que se les opone.Ahí debió lucirse, lo reconoce, tuvo que sacarle brillo a sus botas militantes, las señoras no son tan tontas después de todo, no sueltan así como así. Sin embargo, ella es superior, siempre termina ganando cualquier batalla verbal que sostiene. Nueva sonrisa del ego. Realmente, si pudiera, se besaría a sí misma, qué lástima que no pueda alcanzarse las mejillas con la boca, un detalle que habría que corregir-piensa con sorna.Por lo pronto se levanta del butacón, se sirve del cognac carísimo que le regalara aquel político del norte a quien ayudara en cierta ocasión, y se dispone a disfrutarlo con toda la calma de que es capaz. El cognac siempre la ayuda a aclarar las ideas, deberá estar muy despejada esta noche cuando se siente a redactar el artículo que mañana aparecerá en todos los  periódicos,  y que versa sobra la vigencia de la demagogia en los regímenes totalitarios. La lagarta se relame de gusto, en tanto se ajusta su casco militante.

jueves, 17 de octubre de 2013

Doctor Corazón

La gente le llamaba doctor Corazón. Había llegado a la pequeña ciudad repleta de balnearios y negocios prósperos, precedido de sus muchos títulos, que ocupaban toda una pared y competían, en número, con las ventanas del edificio donde radicaba su consultorio. Muy pronto todas las señoras adineradas del lugar fueron sus visitantes más asiduas, hartas como estaban de gastarse el dinero en botox, silicona y ropas de marca, sin que por ello sus maridos les hicieran el más mínimo caso, ocupados como andaban en engrosar sus cuentas bancarias y en seducir mujeres mucho más jóvenes y bonitas. El doctor Corazón era un hombre alto, un garañón con ojos repletos de enigma y un discurso melifluo, convincente, arrullador, que no sólo les daba par de consejos ininteligibles a las desafortunadas, sino que sabía cómo acariciar sin tocar, como besar, sin que mediaran los labios, y, llegado el caso, también podía hacer "demostraciones prácticas" de sus teorías amatorias. Fue todo un furor, nadie era más reconocido, asediado y celebrado en los ámbitos chic, todas las señoras morían por su atención, por una consulta, nadie parecía darse cuenta de que  los ya estratosféricos honorarios subían por día, todas pagaban, sin negociar, se entregaban confiadas, como palomitas sin defensa. Para cuando la fama del doctor Corazón empezó a decaer, puesto que a ojos vistas sus consejos no servían para nada, toda vez que los maridos de la infortunadas continuaban persiguiendo nuevos negocios y faldas cortas, se rumoraba que el hombre debía tener sus buenos dos millones de dólares en una cuenta bancaria, en un punto desconocido del universo.Y un buen día, haciendo galas de sus dotes de mago, desaparecieron él, el consultorio y los múltiples títulos, sin que nadie supiera hacia dónde habían enfilado rumbo. Ya la ciudad comenzaba a olvidarlo del todo cuando un campesino venido del interior, capataz de  una de las haciendas de un ricachón local, vio, por casualidad, una de las fotos desgajadas de un palo,parte de la vieja propaganda que había sacudido a la ciudad hacía apenas meses. El hombre en cuestión reconoció al de la foto como uno de sus coterráneos, un palurdo sin mucha educación que ni siquiera había terminado sus estudios medios, y que había desaparecido del pueblo sin que nadie supiera cómo, cuándo y por qué. Afirmaba el zafio, entre carcajadas estentóreas, que si el tal era doctor, ya podía él proclamarse senador de la república, que al hombre sólo se le conocía como guirero de un conjuntico campesino que solía amenizar los guateques en su pueblo, y que constituían  la única diversión de aquel sitio olvidado del mundo. 

sábado, 5 de octubre de 2013

Sombras


Preñados de la incertidumbre
que la pátina del tiempo dibuja,
han quedado sus ojos de ensueño,
en el diluvio que les azota, ha tiempo,
desde la metamorfosis del desencuentro,
desde el encontronazo del tiempo, de
la distancia, de los denuestos; y también
de los besos y los requiebros...

Han pasado por sus ojos de devoradora,
de fiera en celo, de gacela en alerta,
todos los fantasmas, pretéritos y futuros,
las migajas, las culpas, los lamentos, las penas,
las sombras y las luces, los días y las noches,
preñados de la incertidumbre, del presagio que
enciende la lumbre, que preña las pasiones,
que conjura a la vida, que convoca a la muerte...

Y así se ha afianzado,  cautiva, señora y dueña,
 se ha entregado, irrevocable, como ofrenda,
segura del sacrificio, y de que el tiempo es un juez,
imparcial, que no conoce de componendas,
que el tiempo es semidios, que entiende de lo humano,
que es alegoría, remenmbranza y ternura, que no entiende
 de odios, ni de venganzas, ni de injurias ...,
sólo de perdones, de perdones y olvido.



La boda

Ya todo estaba listo para el gran evento que tendría lugar en la  Iglesia de la Merced, el 28 de diciembre (Día de los Santos Inocentes), a las 5:00 p.m. La ciudad reverberaba con la noticia, no todos los días se casaban dos tan guapos, tan exitosos, tan populares. Él era el periodista farandulero de moda, cuya opinión respetaban hasta los más viejos en el negocio amarillista. Ella, por su parte, empresaria millonaria, descendiente de una familia de mucha tradición y abolengo.  Eran una par de criaturas bellas, por parte de natura, y por parte del dinero, la gran oportunidad de hacer realidad, al menos por un día, el cuento de hadas; de ahí que hasta las gruesas matronas que destilaban  grasa por todos los poros del cuerpo se sintieran un poco identificadas con tanta felicidad y perfección; y que los caballeros más enclenques del gremio masculino suspiraran, con cierta presunción y brillo desmesurado en las miradas, rotas a fuerza de contratiempos. Día a día, la población seguía con gran expectación todas las noticias de los diferentes medios acerca del bochinche de élite que sacudiría a la región, un poco cansados también por las ya consabidas notas acerca de la crisis mundial, las tasas de desempleo, el contrabando de drogas, los asesinatos y otros rostros llenos de fealdad que eran el pan de cada día. Todos los medios de comunicación hicieron su zafra particular en ese entonces, nunca se había vendido tanto una novedad como la que estaba en curso, y para el día en cuestión, y a pesar del frío que helaba hasta el aliento, los convidados repletaron la parroquia, y los menos afortunados se apiñaron en los alrededores para observar, desde pantallas gigantes, la ceremonia. En segundos la leyenda se hizo realidad tras muchos metros de tules, gasas y encajes con  que apareció ataviada la novia, que más parecía ángel que persona- tanto era el brillo que de ella emanaba-, y el novio, no menos hermoso y feliz. Se podía oir volar las moscas a medida que avanzaba la ceremonia, sólo los suspiros de las más noveleras osaban perturbar aquella especie de suspensión del tiempo momentánea. Así las cosas, y un poco teatralmente, se avino el cura a preguntar si alguno de los presentes tenía algún inconveniente para que aquel matrimonio no se realizase,que de ser así hablara o callara para siempre, momento solemne éste en que el silencio se agudizó aún más, si esto era posible. Y justo en ese instante entró a todo correr un hombre, por el pasillo sembrado de flores de la iglesia, gritando a voz en cuello que el tenía algo que decir al respecto. Las personas, empezando por los novios, comenzaron a sudar, a pesar del frío intenso. Alguno hubo que hizo ademán de callar al inoportuno a la fuerza, pero que se desanimó en el impulso, ante la tremenda gravedad del asunto. Todos estaban suspendidos, las mujeres lloraban en silencio, y los hombres se comían los bigotes, de puro nerviosos. A la madre de la novia hubo que sacarla, desmayada y pálida, como muerta. Entonces, ante la mirada inquisitiva del sacerdote, el hombre avanzó hasta el altar, se puso de cara a los asistentes, y con toda la fuerza de que fue capaz gritó: INOCENTES, JAJAJAJAJAJA!!
Más tarde la policía, que salvó de una gran paliza al bromista, informó que éste no era otro que un borracho perdido, que por lo menos llevaba ingeridas en ese día dos cajas de cervezas, "a la salú de loj novio"