La Cuaresma toca a su fin. En cuatro días estaremos entrando con el Señor en Belén, dándole vítores y agitando nuestras ramas de palma, expresando así el gozo que sentimos en la Semana Mayor de la iglesia porque ya sabemos cómo culmina la más hermosa alegoría de amor que haya conocido el hombre: un Dios que padece y muere para salvarnos a nosotros, sus hijos pecadores en imperfectos...No, no ha existido, ni existe, ni existirá tamaña prueba de amor por los hombres, el corazón se nos encoge, la piel se nos eriza, las lágrimas fluyen y nos sentimos transportados a un mundo tan inimaginable y perfecto que huelgan las palabras porque los sentimientos se desbordan.
En esta nuestra época van escaseando cada vez más ejemplos de amor que se acerquen mínimamente a uno tan fieramente defendido como el que nos tiene Nuestro Padre y Señor. Sin embargo, Xiomara Pages, la madre de Sandra, ha protagonizado- y sigue en pie de guerra- una de los más contundentes epopeyas de amor y sacrificio que yo haya visto en mucho tiempo. Xiomara es una luchadora tenaz, tal es su amor por su Sandra, ella no se ha rendido, no ha tirado la toalla, no ha pensado en desconectar equipos, no ha pedido que acabe todo, no ha descansado, no ha dejado de orar, casi no ha dormido, ni comido, ni pensado en otra cosa que no sea para el bien de su hija. De su mano hemos sufrido, orado, llorado, reído y aplaudido ante cada pequeña victoria por más de cuatro meses. Aunque esta es sólo la última batalla librada, porque lleva 37 años en guerra constante con el desaliento, la amargura y la falta de amor predominantes en muchos casos, batallando, sin tregua, sin rendiciones, sin autocompasión, con todo... No sé si hay otros casos así (de seguro los hay), pero en su caso ha tenido además el valor de documentarlo todo, como testimonio de "su cruz, con espinas y rosas". Cuánta fuerza, cuánta abnegación, cuánto sacrificio, cuánta FE en Xiomara...!! Permítame, señora, quitarme el sombrero.
Este ejemplo de amor incondicional nos da la medida de que Nuestro Señor no murió en vano. Su semilla redentora, salvadora se ha multiplicado con creces en una siembra que sigue rindiendo frutos más de 2000 mil años después. Huelgan las palabras, repito, cuando hay un testimonio de amor como el de ella, sólo superado por el de Nuestro Señor Jesucristo. A ti, Padre y Señor, Amor de los Amores, fuerza y sostén en nuestro diario peregrinar toda la gloria, porque es de ti, de tu Sangre generosa que se nutren los sentimientos de aquellos que, como Xiomara, todo lo esperan, todo lo sufren, todo lo aguantan, todo lo perdonan y todo lo entregan al más sublime de los dolores, el que se engendra en el centro mismo del amor más grande.
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