viernes, 17 de febrero de 2017

Duelo

Nacieron el mismo día, a la misma hora y en igualdad de condiciones, él y ella. Mientras fueron pequeños todo anduvo bien: comían lo mismo, lloraban, dormín, reían y aprendían a un tiempo, formaban un compendio de perfección, aunque desde el día mismo en que nacieron, cada cual tenía sus tareas específicas, preconcebidas desde que el mundo es mundo, tareas que ellos aún desconocían, pero no por ello de menor importancia. A medida que fueron creciendo, se fue definiendo el carácter de cada uno. El era juguetón, vivaracho, alegre, cándido, amoroso y llorón, por cualquier cosa se inflamaba y aparecían las lágrimas, mismas que desaparecían tras una sonrisa de oreja a oreja en cuanto encontraba algo más que llamara su atención. Ella era la antítesis de él: tranquila, pacífica, reflexiva, seria y nada cándida. Amaba, sí, pero con medida, poniendo siempre delante las conveniencias, las utilidades, resultaba difícil de engañar, solía taladrar con la mirada de un modo tal que ponía nervioso a cualquiera, y más de uno abandonó la idea de enamorarla, tanto imponía...!Así pues, estos hermanos de sangre y vicisitudes compartidas, aunque anduvieran juntos todo el tiempo, cada uno por separado tiraba de la carreta de la vida en sentido contrario al otro, por lo que no es de extrañar que anduvieran casi siempre a la greña, ella desde su superioridad intelectual; él desde sus arrebatos románticos e infantiloides.

Hoy, ambos tendrán una batalla decisiva, deben escoger entre dos galanes, el mejor. Ella se inclina por Fabricio, un acaudalado cuarentón con muchas acciones en la bolsa y dueño de muchos otros bienes materiales, que no es muy bien parecido, pero derrocha energía por todos los poros y suficiente diablura en la mirada, lo que hacen de él un inquebrantable "triunfador", palabra mágica de los tiempos que corren, y que es sinónimo, en la mayoría de los casos, de competitividad fraudulenta, de falta de escrúpulos y otras lindezas por el estilo. El, desde su agónico romanticismo, llora a moco tendido, derretido de amor por Leonardo, un jovenzuelo de su misma edad que no tiene dónde caerse muerto, de manos febriles y nervios exaltados, con la mirada profunda y lánguida y las enormes ojeras propias de los poetas, esto es un "perdedor" en toda regla, según los cánones expeculativos del momento, y que sólo tiene para ofrecer amor...Dónde se ha visto?-le dice ella; Por qué eres tan fría y retorcida?-moquea él. Sí, esta noche se decide todo, no se sabe quién triunfará en este drama de pacotilla, pero los dos, la mente y el corazón tendrán su duelo, y sólo vencerá el más fuerte. 

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