A la ciudad le ha crecido un ciprés
de la mañana a la noche, y sin previo aviso,
como augurio o presagio de revés
se ha enseñoreado garboso e impreciso,
a los pies de un cielo sin estrellas,
libre de culpas y de compromisos
ha esparcido sus lágrimas y huellas,
de lado a lado con fuerza de un tifón
dejando para luego las querellas
no ha querido pasar por descortés
tampoco quiere parecer indeciso,
ni llamar la atención ni el interés
llegará así la hora y el después,
cuando a la vera de la noche aquella
estalle su naturaleza de insumiso
sin pararse a pensar lo que atropella,
con el brío de un tigre o de un león,
arrancará de la faz de la luna bella
todo el dolor alojado en su arnés,
la pena que ruge, como amor indiviso,
en cada momento, dondequiera que esté,
su muerte que no es muerte, allá, en el paraíso.
de la mañana a la noche, y sin previo aviso,
como augurio o presagio de revés
se ha enseñoreado garboso e impreciso,
a los pies de un cielo sin estrellas,
libre de culpas y de compromisos
ha esparcido sus lágrimas y huellas,
de lado a lado con fuerza de un tifón
dejando para luego las querellas
no ha querido pasar por descortés
tampoco quiere parecer indeciso,
ni llamar la atención ni el interés
llegará así la hora y el después,
cuando a la vera de la noche aquella
estalle su naturaleza de insumiso
sin pararse a pensar lo que atropella,
con el brío de un tigre o de un león,
arrancará de la faz de la luna bella
todo el dolor alojado en su arnés,
la pena que ruge, como amor indiviso,
en cada momento, dondequiera que esté,
su muerte que no es muerte, allá, en el paraíso.
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