Alguien cercano que ya murió me dijo una vez, con cierto enfado, que yo era una fanática religiosa. Entonces era muy joven, y la opinión de los demás tenía mucha influencia sobre mí, por lo que me sentí ofendida pues pensé era algo así como una cachetada a mis creencias. Fanatismo es sinónimo de exceso, de radicalidad, de ceguera, de intolerancia. Que te digan fanático de cualquier cosa es lo mismo que si te dijeran que has asumido una postura que no admite el diálogo, la controversia, el debate; y yo, que amo a Dios y mi libertad por encima de todo entiendo que esta última no existe realmente si la coartan de cualquier forma (para eso nos fue regalado el libre albedrío), así que mi enojo duró lo que las frutas, hasta que maduré, y comprendí un poco mejor, el intrincado mundo de la mente humana.
En un mundo donde los antivalores son el pan nuestro de cada día no es raro que te tilden de fanática, de hipócrita o de loca por el hecho de defender con fervor tus postulados religiosos (en mi caso la fe católica), que vienen siendo todo lo opuesto a lo que la mayoría de las personas quiere creer o practicar. A muchos les molesta sobremanera que tilden de pecaminosas las relaciones sexuales libres e impensadas, sobre todo las homosexuales, o la corrupción galopante de la sociedad, el quítate tú para ponerme yo, la deslealtad, el fraude, la traición, la ambición desmedida...y todo la gama de porquerías que salió de la caja de Pandora. Por eso se han levantado, se levantan y se levantarán contra cualquier error, permisividad o crimen que tenga lugar en el seno de la iglesia: es su victoria pírrica ante lo mal hecho, lo execrable. Porque así somos, nos desangramos los unos a los otros en procura de alivio para nuestras conciencias que no cesan de quejarse, en vez de entender que no es la crítica quien nos librará del martirio, sino la fe, la oración, el arrepentimiento, el abrazo de Dios...
Y si amar a Dios por encima de todo, reconocer que soy pecadora reincidente, que valgo menos que el polvo que piso, que experimento las mismas bajas pasiones que los demás, que por más que me esfuerce jamas lograré esa perfección que desearía ofrecer a mi Amado como prueba de mi idolatría por El, y que a pesar de todo esto El me ama más que nadie, significa que soy fanática, ALELUYA!! Qué viva el fanatismo que me catapulta al cielo de la Gloria desde los abismos de mi poquedad, de mi pobreza y mi insignificancia, sólo porque mi Padre y Señor, todo amor y perdón me lo concede. Alabado deas, Padre Bendito y Adorado, toda la Gloria sea contigo!! Soy tu fan número uno, y esa certeza me llena de regocijo.
En un mundo donde los antivalores son el pan nuestro de cada día no es raro que te tilden de fanática, de hipócrita o de loca por el hecho de defender con fervor tus postulados religiosos (en mi caso la fe católica), que vienen siendo todo lo opuesto a lo que la mayoría de las personas quiere creer o practicar. A muchos les molesta sobremanera que tilden de pecaminosas las relaciones sexuales libres e impensadas, sobre todo las homosexuales, o la corrupción galopante de la sociedad, el quítate tú para ponerme yo, la deslealtad, el fraude, la traición, la ambición desmedida...y todo la gama de porquerías que salió de la caja de Pandora. Por eso se han levantado, se levantan y se levantarán contra cualquier error, permisividad o crimen que tenga lugar en el seno de la iglesia: es su victoria pírrica ante lo mal hecho, lo execrable. Porque así somos, nos desangramos los unos a los otros en procura de alivio para nuestras conciencias que no cesan de quejarse, en vez de entender que no es la crítica quien nos librará del martirio, sino la fe, la oración, el arrepentimiento, el abrazo de Dios...
Y si amar a Dios por encima de todo, reconocer que soy pecadora reincidente, que valgo menos que el polvo que piso, que experimento las mismas bajas pasiones que los demás, que por más que me esfuerce jamas lograré esa perfección que desearía ofrecer a mi Amado como prueba de mi idolatría por El, y que a pesar de todo esto El me ama más que nadie, significa que soy fanática, ALELUYA!! Qué viva el fanatismo que me catapulta al cielo de la Gloria desde los abismos de mi poquedad, de mi pobreza y mi insignificancia, sólo porque mi Padre y Señor, todo amor y perdón me lo concede. Alabado deas, Padre Bendito y Adorado, toda la Gloria sea contigo!! Soy tu fan número uno, y esa certeza me llena de regocijo.